Después de moverme últimamente por la 'piel de toro', tanto por trabajo como por placer, desde el Mare Nostrum hasta la antigua Gallaecia, observo un fenómeno en bares, restaurantes y otros establecimientos varios que bien podríamos llamar de concentración. Me explico. Muchas veces hemos hablado aquí sobre el tamaño de las bodegas, tanto de Rioja como de otras denominaciones, y hemos comentado los diferentes tipos de problemas que tienen en función de dicho tamaño.
Pues hoy hablemos de lo contrario, hablemos de las ventajas que te da ser grande, al menos en cuanto a la comercialización nacional. Ser grande implica tener un desarrollo comercial nacional sólido, es decir, disponer de una red de distribución estable y madura que te permite estar presente en las principales provincias, comunidades autónomas y ciudades, vía distribuidores locales, comarcales e incluso nacionales a través de asociaciones. Este sistema, no al alcance de la mayoría de bodegas, garantiza ventas y con ello movimiento. Si a esto le sumamos lo comentado los días de atrás sobre los problemas de la hostelería, juntamos un bonito cóctel, que dibuja la situación actual de concentración. O sea, tenemos una hostelería que intenta reducir su número de referencias vínicas para intentar ganar comodidad, agilidad, rentabilidad y reducir estocajes y almacenes.
Y una distribución no al alcance de todas las bodegas, por lo que al consumidor le llegan muchas menos referencias vínicas, que da la casualidad que en la mayoría de los casos son las mismas, tanto en la orilla del Mediterráneo como en Galicia. Además, estas bodegas en muchos casos pertenecen a grandes grupos que redondean oferta con otras denominaciones de origen, como Ribera del Duero, Rías Baixas, etc. Lo que cierra el círculo y hace el sector inalcanzable para un número importante de bodegas.
En definitiva, muchos proyectos interesantes de gran calidad y diversidad enológica en variedades y elaboraciones quedan fueran del circuito o reducido a una parte de este de locales frikienológicos de la que es difícil vivir. Gana la hostelería de gama media, que es la mayoría de bares y restaurantes, ganan las grandes distribuidoras, ganan las grandes bodegas; pierden las pequeñas y sobre todo pierde el consumidor.