El concepto la calle es dura no es una tontería, es una realidad. Nuestro negocio del vino es algo casi 'conceptual', abarca la vititucultura como tal, con la gestión de fincas, cultivo, variedades. Abarca la bodega con sus elaboraciones, crianzas, embotellados y un largo etcétera de cosas que se hacen en casa. Pero sobre todo abarca la venta, que es por cierto lo que soporta este circo que tenemos montado… Y la venta está dura, muy dura.
No digo ni mucho menos que la venta sea más o menos fácil para un tipo de bodega u otro. Las bodegas grandes tienen sus propios problemas, al igual que los tienen las medianas y sobre todos las pequeñas, en las que en la mayoría de los casos el o la que vende también es el mismo que está en el viñedo, en la bodega y por su puesto partiéndose la cara con importadores, distribuidores, vendedores y con la santa hostelería.
Demasiadas veces, a mí personalmente que me toca hacer lo descrito, no se mide bien la distancia, no pequeña, a veces casi abismal, que existe entre las bodegas y el mensaje a transmitir a la calle, la barra del bar o la mesa de un restaurante. Dicho mensaje demasiadas veces se disuelve cuan aspirina efervescente en el océano. Y esto no es broma.
La destructora del producto, la que pone nuestro vino en la mano del consumidor final, la tirana hostelería, no siempre nos ayuda en esta labor de comunicación y venta. Cierto es que la hostelería de nuestro país tiene sus propios problemas de los que somos reos, al igual que otros ramales de este mundo, como los vecinos de la cerveza.
Creo que este tema de nuestra hostelería bien se merece una columna de reflexión y opinión la semana que viene.
En resumen transmitir a nuestro cliente final el mensaje que desde la bodega nos parece una idea estupenda no es ni fácil, ni rápido, ni barato. Los conceptos de viña vieja, barricas de no sé cuantos orígenes y el abuelo que poda dicha viña están agotados y rozan casi el desprecio del que se supone que debe ser nuestro aliado, la hostelería.
Pues eso, que la calle está muy dura y hay mucho que patear.