«Estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí». Estos versículos del Evangelio según San Mateo (Mateo 25:36) son solo una muestra de las enseñanzas de la Biblia que apelan a acompañar a quien está postrado a causa de una enfermedad y que cumplen a pies juntillas los capellanes del hospital San Pedro.
Al igual que médicos, enfermeras, auxiliares o celadores, están disponibles las 24 horas del día todos los días del año; y al igual que el personal sanitario recorren los pasillos del hospital para visitar los enfermos. Tal es así que uno de ellos fue requerido para acompañar a un paciente justo antes de iniciar la charla con la periodista. A pie de camilla se mantienen Diego Hernández, Juan Pablo López y Rafael Gil, que desarrollan en un ámbito ciertamente particular su sacerdocio.
Así, celebran misa a las 12 los días laborables y a las 10.30 los festivos, un servicio que se transmite por el canal 34 de los televisores del hospital. La emisión no se corta, de tal manera que la imagen de la capilla está disponible para que todos los enfermos, sus cuidadores y el personal sanitario puedan acudir, aunque sea virtualmente, siempre que los deseen a la capilla.
Ofrecen todos los sacramentos -unas 15 comuniones diarias- y servicios de acompañamiento, apoyo o escucha para quien lo necesita, una tarea que desempeña un importante valor terapéutico completando la asistencia hospitalaria.
«Nosotros ofrecemos otro aspecto de la curación, comunicamos y establecemos conexión con alguien que está atravesando un momento especial en su vida», explica Juan Pablo, que afirma que los curas siempre han estado donde había alguna necesidad. «Nos escuchamos, nos apoyamos, nos animamos, ellos a nosotros y nosotros a ellos», añade.
«Todo queda en confidencia», apunta Rafa, que indica que, de la misma manera que acuden cuando son requeridos, se pasean por el hospital para ofrecer apoyo o acompañamiento.
En el balance de las actuaciones realizadas el año pasado figuran 115 responsos y 403 unciones, que ambos sacerdotes insisten en corregir, y se muestran firmes en ello, en que no hay que acompañar con el adjetivo extrema. «Es un sacramento de vida», destaca Juan Pablo, que invita a «dar la vuelta» a la expresión que define un sacramento que administran con el fin de que el enfermo «viva su enfermedad con la ayuda de Cristo», como la comunión o el matrimonio. «Debes llamarlo unción de los enfermos», refuerza Rafa, que cuenta que son también requeridos por los cristianos no practicantes.
Al respecto, ambos sacerdotes coinciden en que los humanos se acuerdan más de Dios cuando irrumpe una enfermedad, que vuelve patas arriba le transitar de su existencia. «Te planteas muchas cosas sobre tu vida, tu familia, qué hacer o qué pasará», señala Juan Pablo, que razona que todo cambia ante la enfermedad y la muerte, procesos que generan «muchos interrogantes».
Pluriempleo. A los capellanes les nombra el obispo, pero ninguno de ellos tiene dedicación exclusiva, Diego es el párroco de los ocho pueblos del Valle del Jubera -Lagunilla o San Martín y la residencia de ancianos de Ventas Blancas entre ellos-;Juan Pablo es el titular de la iglesia de Santiago de Logroño;mientras Rafael se encarga de los fieles de San Pío X de La Estrella.
Estas obligaciones les exigen elaborar un calendario laboral mensual, en el que hay que tener también en cuenta todos los acontecimientos que les afectan, desde viajes litúrgicos hasta vacaciones.
Rafa explica la excelente relación que mantienen con la gerencia del hospital y los servicios sociales, con quienes, en ocasiones, hacen de puente. «Hay que trabajar en red», destaca el capellán, que sobre la diferencia de este servicio con otros que desarrollan o han realizado, reflexiona que hay que tener presente la realidad que se vive en cada momento.
Al respecto, menciona el caso de Juan Pablo, que iba para médico pero lo dejó cuando recibió «la llamada», y ha permanecido 21 años trabajando como misionero en Benín. «Lo nuestro es escuchar», apunta el aludido.
Precisamente la escucha es el servicio que dispensan de forma mayoritaria y aseguran que no encuentran rechazo entre ningún enfermo;de hecho, saludan o acuden a la llamada de personas que practican otras religiones si así lo requieren o les gestionan el contacto con servicios sociales o Cáritas. «No pedimos el carné, estamos a disposición de todos», añade Juan Pablo.
Rafa, que lleva 15 años en el hospital, y pasó junto a Diego el covid en el San Pedro, reconoce que fue un tiempo «muy duro», aunque no se interrumpió el servicio y se siguió prestando el apoyo a los enfermos a pesar del alto número de fallecidos. Destaca el compromiso de los sanitarios durante la pandemia, un proceso durante el que el antiguo misionero permaneció tres meses confinado en Las Hermanitas de Calahorra «porque hacia falta».
«Hubo momentos muy duros», afirman ambos, al tiempo que destacan que notan el agradecimiento de enfermos y familiares y reconocen que sus oraciones «están llenas de nombres». «Aquí estoy feliz», cuenta Diego, que se incorpora a última hora después de darle la unción y la comunión a uno de los 700 enfermos que suelen ocupar las camas del San Pedro.
La soledad de algunos pacientes
Rafael Gil, el más veterano de los tres capellanes, muestra su preocupación por la soledad en la que se encuentran algunos pacientes. «Estamos humanizando a los animales [él tiene una perra] y estamos deshumanizando a las personas», afirma el capellán, que señala que se presentan diversas situaciones vitales, desde quien no tiene familiares hasta a quienes los suyos no le visitan. «Ahí hay una labor de escucha, acompañamiento y hospitalidad», cuenta, a lo que su compañero Juan Pablo añade que, afortunadamente, el 98% de los pacientes está acompañado.
Rafael resalta el trabajo del equipo que gestiona la donación de órganos, «que lo hace muy bien». Cuenta que es el coordinador del servicio el que se dirige a la familia y si se plantea la situación, también el capellán habla con los parientes «pero siempre desde el respeto». Relata que el testamento vital también genera preguntas entre los enfermos y menciona el apoyo decidido de la Iglesia a la donación de órganos y de sangre.