Las murallas de Logroño marcaron hasta bien entrado el siglo XIX el perímetro urbano. Sin embargo, colindantes o cercanas a ellas se erigieron algunos edificios de relevancia. Tras la desaparición de los muros, la ciudad absorbió y transformó estos lugares. En el entorno del Revellín se levantaron algunas destacadas edificaciones.
Algunos de esos edificios son la Posada de la Penitencia, además de dos ermitas, la de San Esteban y la de San Sebastián, cuya reforma fue realizada en 1507 por el maestro Juan Cantero. También en este lugar se edificó la Casa de Artillería, tras el sitio de 1521, junto con la ampliación del antiguo cerco amurallado y el levantamiento de la actual puerta del Revellín. Por este entorno, también discurría el río Triperías, que atravesaba la ciudad de Logroño.
La desaparición de las murallas, llevada a cabo en la década de 1860, abrió a Logroño nuevas posibilidades urbanísticas, creándose nuevas calles, como Muro de la Penitencia, y consolidando los ya existentes. También, gracias a los arquitectos de la época, se empezaron a construir nuevas viviendas e instituciones. Precisamente, a finales del siglo XIX, en uno de los bajos de las nuevas casas construidas en lo que hoy es el entorno entre la fuente Murrieta y la calle Portales abrió sus puertas el colegio de San Antonio de Padua, una institución de enseñanza fundada para acoger a hijos de la nueva población que se iba asentando en los ensanches de la ciudad.
Ya en el siglo XX, aparecen numerosas noticias sobre el equipo de fútbol de este colegio, que competía junto a otras agrupaciones riojanas. Aparecen diferentes menciones a este centro de enseñanza a finales de la década de los años 20. En una publicación de prensa de 1933, se destacaba que en el Colegio San Antonio no había habido ni un solo suspenso, lo que, en palabras de su director, era una muestra de la calidad de la docencia que se impartía. Sin embargo, en aquellos momentos, el colegio ya se había mudado a la calle Canalejas número 1, siendo entonces un internado, recibiendo en esos momentos el nombre de Colegio de San Antonio y San Fernando. En aquella escuela se estudiaban desde primeras letras hasta el bachiller. Su actividad permaneció hasta los años 50, cuando eran directores Donolo y Consuelo Del Río.