A la sombra del 'encino'

Bruno Calleja Escalona
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Fue lugar de refresco, a la vera del Camino de Calahorra y a una casa de postas, y espacio de recreo para los logroñeses. Hoy la Fuente del Encino, en Varea, languidece en el olvido

La fuente del Encino remonta sus orígenes varios siglos atrás. Hoy, presenta un estado de abandono y apenas es frecuentada por los ciudadanos. - Foto: Archivo de Taquio Uzqueda

La Fuente del Encino, en las proximidades de Varea, es uno de los parajes más desconocidos de Logroño. En la actualidad se encuentra prácticamente inaccesible, pero hasta hace no demasiadas décadas era un punto de recreo para logroñeses y logroñesas. 

El entorno ha sido lugar de paso desde el periodo romano, momento en el que se construyó la Iter I, una vía de comunicación que remontaba el río Ebro, que por entonces era navegable hasta la ciudad de Vareia (la actual Varea) en algunos momentos del año. La importancia de esa calzada venía también porque era  vía de salida de la cerámica producida en los hornos de Tritium Magallum (Tricio), las cuales llegaron hasta lugares tan lejanos como Turquía. El entorno que hoy ocupa la Fuente del Encino se corresponde con el conocido como Camino de Calahorra, lugar periférico de la ciudad, en cuyas proximidades se localizó una necrópolis. 

En el siglo XVI, en Varea únicamente hay mención a la Fuente de la Dehesa. La fuente que puede verse en la actualidad, sin embargo, fue edificada en 1785, momento en el que el antiguo camino seguía aún en uso. Las fuentes eran lugares importantes dentro de las rutas y no era raro encontrarse un punto de parada en sus entornos, algo que en esta se daba también, contando con un punto de parada o casa de postas. La llegada del ferrocarril en 1863 modificó por completo el paraje.

En 1891 ya era un lugar de recreo, muy distinto al paraje actual, que está absolutamente abandonado. Junto a ella estaba la Venta del Encino, que contaba con un habitante en ese año. Ante esto, dos años después, el Ayuntamiento se plantea su arreglo, dado que es un punto de encuentro para la ciudadanía y punto de paso en pruebas ciclistas. En junio de 1900, junto a la Fuente del Encino se guardaron los toros que participaron en las fiestas de San Bernabé, una costumbre que se repitió los siguientes años. En octubre de 1915, la prensa publica una noticia sobre una fiesta con fuegos artificiales acontecida en el entorno de la fuente. En 1929, la fuente fue limpiada y arreglada. Después de la Guerra, la Fuente del Encino acogerá de nuevo encuentros sociales, además de ser un punto de encuentro. Su fama se mantuvo unas décadas, sin embargo, poco a poco, el abandono se  fue adueñando del lugar.