Los Miralles es una de las novelas de 2023 y, en cierto modo, su autor es logroñés. Sin que nos hayamos percatado, Kike Cherta (Vinaròs, 1982) lleva tres años entre nosotros. Su pareja, logroñesa de verdad, sintió en Barcelona la llamada de la tierra y aquí se mudaron en busca de «algo pequeño, algo más humano y un poco o un mucho de ayuda» para el cuidado de su hijo. En la capital riojana, además de impartir un Taller de Escritura Creativa en Semilla Negra y alimentar siete clubes de lectura de la mano de la actividad impulsada por la Biblioteca Azcona Leer en Periférica, dio forma a su aclamada primera novela. Navona apostó fuerte por el vinarocense y Kike Cherta ha estado a la altura del envite.
Crecido en la tradición de los cuentos (recopilados en La bofetada de Gilda, Cuentos como churros, que además funcionaba como web homónima, así como El fúsil y otros cuentos) su debut en el formato largo ha sido bendecido por la crítica. Paseando por la capital riojana, recibe felicitaciones que le alegran el día («me lo estoy pasando muy bien con tu libro», le dicen) y elogios que han hecho del «boca a boca» la mejor carta de presentación de Los Miralles, publicada hace cinco meses pero que sigue figurando entre las novelas más vendidas en las librerías riojanas. De hecho, el 14 de marzo saldrá al encuentro con sus lectores en un acto de lo más especial programado por Librería Cerezo.
Su estreno en la ficción bebe mucho de su pasión viajera. El embrión le rondaba la cabeza durante años «aunque encontré la voz justo antes de irme con mi chica dos años de viaje». Si con anterioridad había pasado largas estancias en Centroamérica y Sri Lanka (una isla de lo más literaria), fue durante este largo periplo (2016-2018) que le llevó de Kenia y Tanzania al sudeste Asiático acabando en Sudamérica el momento en el que «este cuento corto fue creciendo y creciendo».
Al final «estas primeras quince páginas» devinieron en seiscientas: «Pensé: 'Ya está, esto era'. Pero resultó que no». «Nos prometimos en el viaje que no íbamos a leer nada ni escuchar podcast alguno. Estábamos para hablar entre nosotros, mirar y pensar. Pese a que la trama de Los Miralles ya estaba ahí, es cierto que hay mucho de Asia en el libro. Hubo cambios, pasaron cosas, se añadieron detalles pero la base ya estaba», concreta.
Su debut no es un libro de viajes, aunque estos sean importantes para el desarrollo de la trama, ni es una obra religiosa («viajando por Laos y la India me sorprendió que se veneran a dioses de la destrucción, ideas absurdas o maravillosas como cualquier otra religión y es lo que he intentado reflejar»), aunque el árbol prohibido es central. Y, alrededor de este manzano, gravita una familia de lo más disfuncional como son los Miralles. La novela está apegada a la realidad y, dada su ambientación levantina, es inevitable pensar en los desmanes inmobiliarios: «Valencia también es eso», lamenta.
Si Chirbes está entre sus autores de cabecera «porque le gusta la literatura como juego, al igual que a Cortázar o Bolaño», también subraya dos escritores viajeros como Bruce Chatwin («más que En Patagonia, me quedo con su Los trazos de la canción»), y Martín Caparrós, del que, a modo de epílogo a esta conversación, prescribe Postales, «una de ellas dedicada a Sri Lanka».