Alfonso Ruiz es un arnedano nacido en 1945 que ha dedicado prácticamente toda su vida a ser misionero en África, primero en Chad y luego en Camerún.
Cuenta que cuando terminó el bachillerato decidió seguir a Jesús y entró en el noviciado de los Jesuitas en 1962. En 1968 terminó sus estudios de filosofía y después decidió ser voluntario para ir a la misión que había en el Chad. «Allí trabajé en muchos sitios, ya que fui cura de parroquia, director de un centro agrícola y estuve en la administración diocesana», relata.
30 años después le surgió la oportunidad de ir a Camerún en 1998, «donde me encontré con la realidad de los niños de la calle y por eso trabajo con ellos desde entonces. Primero en la ciudad de Duala durante cuatro años y desde 2002 en Yaunde», detalla.
Ruiz aclara que un niño o niña de la calle es un menor de edad que «vive, duerme, juega, trabaja y hace todo en la calle». «Tampoco tiene ninguna relación con su familia y nadie se siente responsable de él en ese momento», lamenta.
Añade que estos niños no están escolarizados pero «si están educados por la propia calle con todos los inconvenientes que eso puede tener». «Si los dejas en la calle son gente perdida para ellos mismos, para el país», asegura.
esperanza. Alfonso Ruiz cuenta que él trabaja con la organización 'El hogar de la esperanza' donde se ocupan de estos niños desde el principio hasta el final. «Vamos al encuentro de estos críos en la calle y estamos con ellos hasta que nos ganamos su confianza. Es importante que el chaval tenga cada vez más confianza para que te pueda contar su historia y lo que le ha pasado», explica.
Indica que el 80% de estos niños y niñas está en la calle por una mala relación con su familia porque «se siente mal amados y no queridos. Puede que en un momento dado decidan ir a la calle, ya que el ambiente familiar es irrespirable».
En estos últimos 20 años, esta organización habrá ayudado a miles de niños y niñas de la calle en Camerún. Este arnedano recuerda algunas historias, tanto exitosas como fracasos, de algunos de estos críos que han pasado por esta organización.
Relata que un caso exitoso fue cuando hace dos años, un chaval consiguió defender una tesis doctoral en derecho y ahora es profesor en la Universidad Católica de África Central. Por el contrario, a su mente le viene otra historia de un chaval que estuvo interno entre ocho y diez años, logró certificados de estudios primarios, e incluso empezó los estudios en una escuela profesional. «Pero ahora ha vuelto a la calle con 18 o 19 años, está sin trabajo y medio drogado», lamenta el misionero.
Ruiz también cuenta que el idioma fue una barrera en un principio cuando fue de misionero en su primera aventura al Chad. «Allí aprendí varios idiomas de la zona en la que estaba, ya que me pasé tiempo viviendo con ellos».
En Camerún existen 200 idiomas diferentes pero «los oficiales son el inglés y el francés». Este último es un idioma que ya conocía. «Es importante considerar que la cultura del otro es una riqueza para ti», señala.
Todas estas vivencias y aprendizajes es lo que ha cosechado en 50 años de sacerdocio. Una cifra redonda por la que este arnedano regresó a España unos días para celebrarlo con sus seres queridos y amigos. «El acto tuvo lugar en Lardero y fue muy bonito», concluye.