Aprender y enseñar

Bruno Calleja Escalona
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En las Escuelas Trevijano, que llevan el nombre del mecenas que las costeó, aprendieron sus primeras letras multitud de niñas y niños. Hoy, como oficina de turismo, enseñan la ciudad

Un grupo de niñas y niños posa con sus maestras en la fachada principal de las Escuelas Trevijano, en una imagen de 1930. El edificio sirve hoy como oficina de información turística. - Foto: Colección Taquio Uzqueda

La ciudad crece, los usos y costumbres cambian y muchos edificios se reconvierten en una metamorfosis que evidencia que fueron concebidos con gusto y acierto, capaces de asimilar las nuevas necesidades de la sociedad. Es el caso del edificio de las populares y céntricas Escuelas Trevijano, que instruyeron a niñas y niños logroñeses desde los años 30 del pasado siglo y que hoy mantiene su empaque como oficina municipal de turismo, con los lógicos cambios en su estructura. Pese a esa transformación, el edificio conserva su fachada principal, que mira hacia la Fuente Murrieta.

Su nombre da pistas sobre su fundación. Las escuelas que albergó surgieron en 1926 gracias al mecenazgo del empresario Daniel Trevijano, un personaje polifacético y con una sonada popularidad en el Logroño de principios del siglo XX. Con el proyecto en mente, Trevijano planteó al Ayuntamiento la necesidad de crear aquel centro de enseñanza, idea que el alcalde Joaquín Elizalde aceptó de buen grado. Un año después, se  eligió el jardín de la Casa de Telégrafos para erigir las escuelas. El edificio fue diseñado por el prolífico arquitecto Fermín Álamo, con un estilo inspirado en el neoclasicismo y decoración sobria. 

El 10 de noviembre de 1927, el edificio estaba concluido y la inauguración oficial llegó el 28 de enero del año siguiente, en un acto al que asistieron el patrocinador, Daniel Trevijano, que corrió con los gastos de la edificación; el alcalde; y demás autoridades. Tras la visita al edificio, se hizo una donación a Juanita Madroñedo para que mantuviese la cantina. El acto se cerró con una comida.

Tras su inauguración, la popularidad de las escuelas creció y pronto en se convirtieron en un referente para la educación en Logroño. Su auge se mantuvo durante buena parte del siglo XX, hasta que la aparición de centros docentes más amplios y modernos llevaron a las Escuelas Trevijano al cierre.

Tras años clausurado, el edificio despertó el interés del Consistorio. En 2006, el entorno fue mejorado y dos años después el histórico inmueble neoclásico se transformó en la oficina de turismo municipal, un uso que se mantiene en la actualidad. La inauguración oficial de este punto de información turística tuvo lugar el 15 de mayo de ese año. Pese a los avatares, el edificio no ha perdido su singular fachada, una de las pocas con esa configuración arquitectónica que quedan en Logroño.