Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Victoria

02/05/2024

Para los periodistas de mi generación, Victoria Prego era Victoria. Punto. La que contó como nadie la Transición, la mejor historia de la historia de España. Victoria vivió el periodismo desde la primera fila, como hay que vivirlo, desde el lugar donde se produce la noticia y hablando con los protagonistas de la noticia. Victoria siempre estaba donde había que estar, es la razón de que sus testimonios fueran tan valiosos. No acudía a fuentes, sino directamente a quienes eran noticia.

Este miércoles en el que también ha muerto otro grande, Paul Auster, todo el mundo pone el acento en que Victoria es quien mejor ha explicado la Transición. Escribió varios libros sobre sus protagonistas y realizó, junto a su marido Elías -realizador de TVE- la mejor serie sobre esos años a los había dedicado tanto esfuerzo y estudio. Yo misma he iniciado estas líneas destacando su trabajo sobre ese periodo en el que se logró el milagro de convertir una dictadura en una democracia en un tiempo record, por escaso y porque se hizo sin que los empeñados en la confrontación lograran su objetivo de seguir con las dos Españas y aceptaron aquello que se llamó La Reconciliación. Sin embargo, a pesar del papel relevante que jugó Victoria para dar a conocer lo que ocurrió entonces y en épocas posteriores, para que las nuevas generaciones conocieran cómo nos cambió la vida, cómo se desencadenaron los acontecimientos, qué decisiones tomaron gobiernos y oposición, qué resortes tocaron sus protagonistas para llevarla adelante, hay otra Victoria Prego que vale la pena conocer.

La Victoria compañera, la Victoria familiar volcada en su marido y en sus hijos, la Victoria abuela. La Victoria que cuidaba a sus amigos, que es lo que se debe hacer para demostrar que están ahí a pesar de las ausencias. La Victoria cercana, de buen carácter, siempre conciliadora, de palabras certeras y que jamás buscaba protagonismo. Cosa que no siempre se da en las figuras del periodismo, donde son frecuentes los casos en los que el afán de sobresalir y el exceso de vanidad, ha roto minado relaciones que se acaban perdiendo. Ocurre también en la política, escenario que Victoria conocía como nadie. Una profesión en la que no siempre los mejores llegan a lo más alto. Sobre todo ahora, donde se valoran más los vínculos personales que la trayectoria y la capacidad de ejercer algún cargo de poder.

Superó un cáncer hace años, la golpeó un ictus y últimamente entraba y salía del hospital con frecuencia. Peleó como una leona, lo que no puede sorprender a quienes la conocían. No he hablado con ella en los últimos meses pero estoy segura de que no estaría contenta con esa historia de que jueces y periodistas -su hermano Adolfo es un juez de prestigio- somos los enemigos de España, las profesiones a abatir porque nos novemos con soltura en el mundo de la difamación y la mentira.

Era un mujer excepcional. Descanse en paz.