Hubo un tiempo en el que las grandes estrellas del firmamento futbolístico eran sus referencias, pero ahora sus modelos miran más a la pedagogía. Carlos García Junco, autor de ¿A qué jugamos?, o Tania Pasarín, responsable de Atención a la diversidad, son algunos de ellos. Aunque ahora Fran Sota (Aldeanueva de Ebro, 1990) es un docente más de la plantilla del colegio Villa de Autol, el talentoso centrocampista pasó media vida en la antigua Segunda B, tercer escalón del fútbol en la que acumuló 271 partidos (sumó doce más en Primera RFEF), y en su regreso a las canchas totaliza seis citas con la camiseta del Alfaro en la cuarta categoría.

El equipo blanquillo le recuperó para la profesión después de que el 31 de enero de 2023 la Sociedad Deportiva Logroñés (su rival el domingo), como consecuencia de una lesión, rescindiera su contrato. El curso anterior lo pasó en blanco «aunque aproveché para estudiar y para recuperarme al 100% de la lesión» y este verano le volvió a llamar el Alfaro, con el que entrenó la temporada pasada, y ya no pudo decir que no. «Estuve muy a gusto con ellos, me veía recuperado de mi lesión (rotura de sóleo y gemelo) y encima me permitían la flexibilidad de poder dar clases por la mañana y entrenar por la tarde», explica consciente de que en la 23-24 «eché mucho de menos el fútbol». 

«Todavía no he perdido la pasión», confiesa, «aunque las prioridades ahora sean otras». Entre éstas, figura la búsqueda de la «estabilidad», aspiración que conseguirá gracias a la docencia toda vez que son pocos los futbolistas de la región que, una vez retirados, pueden vivir del deporte rey. «Cuando era joven, no me importaba tanto cambiar de equipo, de ciudad. Ahora ya no y veo que la Educación es un ámbito más estable. Para eso me he intentado formar», agrega.

Distinas estampas del maestro Fran Sota. El futbolista se mide este domingo a su ex equipo; hace cinco días también se enfrente a otros ex. - Foto: IngridCon 13 años entró en el radar de Osasuna. Con 14 se trasladó a Pamplona y con 17 debutó en Segunda B de la mano del filial rojillo. El fútbol era entonces su pasión «pero tenía perfectamente interiorizado que los estudios eran lo más importante».

Temporadas más tarde fue cedido al Varea, circunstancia que aprovechó para diplomarse en Magisterio de Primaria. En sus primeros dos años en la SDL, hizo el curso de adaptación para su licenciatura y su posterior deambular por Tanos (Tropezón), Ferrol o Leioa no fue baldío pues coleccionó presencias en Segunda B y títulos académicos. Leía el juego con la misma facilidad con la que acumulaba lecciones en el máster de Pedagogía Terapeútica, ámbito al que espera dedicarse en un futuro cercano.

Tras nueve cursos lejos de casa, en la 20-21 firma por el Calahorra y, bajo la dirección de Diego Martínez, roza el ascenso a Segunda. El aldeano llama la atención de la Superliga India y, con el campeonato empezado, aterriza en Goa en plena pospandemia. Jugó medio campeonato en la elite pero la experiencia le marcó. «Si hubiese seguido Mario Rivera (su entrenador en el Est Bengal), no me hubiera importado continuar», se sincera. «Me encantaría volver a la India porque fue mi mejor experiencia futbolística», confiesa.