Su paso por el D'Elhúyar le orientó hacia la Química, carrera que empezó en Logroño y que completó en Zaragoza. Años después de este periplo formativo, es uno de los 140 profesores del IES Valle del Cidacos, que cuenta con 1.300 alumnos. Santiago Solano (Logroño, 1972) está orgulloso de su oficio y de su materia «Física y Química, que solo se separan en Segundo de Bachillerato». Profesor vocacional, esta charla tiene lugar en un laboratorio que presenta, prestos y dispuestos, probetas, balanzas y quemadores Bunsen. «Sufrimos una especie de quimiofobia, tenemos muy mala fama pero a todo el mundo le gusta vestirse con ropas sintéticas, con colores fluorescentes y lucir móviles de última generación que no serían posible sin las tierras raras», amonesta.
Disfruta en el laboratorio «porque es un foco de enganche y también de aprendizaje». «Es aquí», agrega, «donse se pone al alumno en el centro de la enseñanza».
Sus pupilos son inquietos y, aunque hay alguno que ha experimentado las enseñanzas en su propio cuerpo (sin consecuencias que reseñar), como están en edad de aprender, le preguntan por la versión más recreativa de la química. Por supuesto, no hablamos del Quimicefa: «Es un cliché, es cierto, pero sí que me preguntan si sé hacer droga». Aunque a su alumnado la serie Física y Química les queda lejos («retrataba bien los sentimientos del profesorado porque es cierto que pasamos muchas horas juntos»), es imposible no referirse a Breaking Bad: «¡Claro que les recomiendo la serie! La química da soluciones a muchos problemas. Otra cosa es si se utiliza esta disciplina para fines que no proceden».
Sus educandos aprenden a hacer «sangre artificial, polímeros y tintes» porque, sin esta materia que impulsó los tejidos sintéticos, «no hubiéramos podido abrigar a toda la humanidad» y sobre todo que de los tres elementos descubiertos en España «platino, vanadio y wolframio», este último fue individuado bien cerca de Calahorra «por Fausto y Juan José D'Elhúyar».