«Es más fácil llegar a la calle de lo que parece». Así de contundente se muestra la jefa de sección de prevención e inclusión social del Ayuntamiento de Logroño, Natalia Santamaría.
El sistema, explica, está estructurado de manera que si una persona no tiene una red familiar que le proteja, el siguiente paso que tiene que dar es hacia el sistema de servicios sociales. Estos sistemas pueden apoyar de manera puntual con alguna prestación o de manera continuada con las rentas básicas o el ingreso mínimo vital. «Estamos hablando de cuantías que, aunque han mejorado, en muchos casos no son suficientes para adaptarse a la oferta de vivienda», aclara.
Lamenta que las habitaciones para personas solas han incrementado mucho su coste y además, tampoco hay mucha oferta de vivienda. «Con lo cual, el arrendador está en una posición de elegir cual es el inquilino que quiere tener». También indica que hay mucha gente que no está viviendo en la calle pero «si vive en infravivienda, en viviendas hacinadas o lonjas».
Santamaría explica que los motivos por los que estos jóvenes están en la calle son bastante dispares. El origen y la vinculación familiar es uno de ellos, ya que «se observa en estos jóvenes que no ha existido un apego seguro durante sus años de infancia».
Otro elemento de riesgo son los problemas de salud mental. El inconveniente de esto es que «no es una causa sino un efecto de otras circunstancias como los consumos activos de determinadas sustancias». Estos consumos, detalla, se producen porque «a veces no hay capacidad de resiliencia ni de adaptación, y hay una escasa red de seguridad».
Otra circunstancia provocada por los problemas de salud mental es la escasa adherencia a un tratamiento. «Cuando sufres un problema de este tipo no eres capaz de mantener esa constancia a la hora de seguir el tratamiento. Puede que la medicación sea fuerte, tenga efectos secundarios y se piense que se pierde cierta libertad», explica.
Otra razón de que haya jóvenes viviendo en la calle es que suelen tener hábitos y funcionamientos internos que les han funcionado de una determinada manera desde mucho tiempo atrás, pero «en la edad adulta son bastante más complejos de cambiar».
negativa. Por otra parte, la jefa de sección de prevención e inclusión social indica que algunos de estos jóvenes que pernoctan en la calle no quieren alojarse en los recursos municipales. «Hay menos de 20 personas dentro de este grupo», señala.
El motivo de esto es que un recurso grupal conlleva una serie de normas, «a pesar de la baja exigencia que tienen dichos espacios». Por ejemplo, el Proyecto Alasca tiene unas normas, que van desde un mínimo de higiene y de orden, hasta no poder consumir sustancias dentro del local, estar dispuestos a dormir con más personas y cumplir un horario. «Esa rigidez entra en conflicto con ellos», asegura.
Aparte, Santamaría indica que los jóvenes en esta situación suelen tener escasa formación y escasos hábitos de autoexigencia. «El problema no es que no estés formado, que también lo es, pero es que para llegar a eso tienes que adquirir hábitos previos, tener una estructura de horario y entender que eso te va a llevar a un objetivo», especifica.
También añade que ella cree que muchos jóvenes no han generado esos hábitos en su estructura familiar y entonces, no los aplican. «Mucha gente tiene el miedo al fracaso y de no encontrar trabajo, lo que produce una conducta evitativa», argumenta esta profesional.
Por otro lado, el Ayuntamiento de Logroño tiene métodos para motivar a estos jóvenes para que salgan de esta situación. La jefa de sección de prevención e inclusión social cuenta que tienen una escuela taller que les puede servir para formarse como pintores o jardineros, entre otras profesiones. «La idea de esto es dotarles de un oficio que les pueda permitir entrar en el sector laboral. No se trata de cuantas ganas tengan estos jóvenes sino del sentimiento de bienestar que tengan consigo mismo y la autoestima», concluye.