A estas alturas, cuando hace unas horas que ha comenzado la campaña electoral de las elecciones autonómicas gallegas, los llamamientos a la unidad en la derecha y la izquierda carecen de sentido, porque la generosidad es un concepto que no se maneja en los cuarteles generales de los partidos políticos a pesar de que pueden consolidar sus posiciones ideológicas y situarse en mejores condiciones para negociar futuros acuerdos.
El consenso de las encuestas publicadas sobre las elecciones gallegas coincide en lo esencial, que el PP reeditará la mayoría absoluta aunque descienda en porcentaje de votos, que el BNG es la segunda fuerza política y el PSG la tercera, mientras que Vox, Sumar y Podemos se quedarán fuera del Parlamento. Fue Feijóo quien pidió a Santiago Abascal que retirara su candidatura para el 18-F sin obtener respuesta positiva. Las encuestas dan a ultraderecha una media de un 2,7% de los votos, una cantidad apreciable que consolidaría la mayoría absoluta del PP, que algunas encuestas sitúan en el límite de alcanzarla.
Lo mismo ocurre en la izquierda. La ruptura entre Podemos y Sumar supondrá que se presentarán cuatro partidos de izquierda, lo que implica que Sumar se quede a un punto porcentual de alcanzar el cinco por ciento necesario para obtener un escaño. Un 1,1% es lo que dan las encuestas al partido de Belarra/Iglesias. En un primer momento tras la ruptura, Iglesias abogó por que se votara al BNG, pero pronto decidió presentar su propia candidatura. A los independentistas gallegos y a Yolanda Díaz los votos de Podemos les daría alguna posibilidad más de evitar la mayoría absoluta del PP, que en la actualidad tiene un colchón de nueve escaños, 42 frente a los 33 de la suma de los 19 del BNG y los 14 de los socialistas gallegos.
Para tener alguna posibilidad de arrebatarle la mayoría absoluta al candidato del PP, Alfonso Rueda, la izquierda debe conseguir una movilización extraordinaria de un electorado que suele quedarte en casa en las elecciones autonómicas. En las últimas, esa fue la decisión de prácticamente la mitad del censo electoral, mientras que cuando aumenta la participación, como en las pasadas elecciones generales que llegó al 73%, la suma de los votos de los partidos de izquierda supera a los del PP, y se acortan significativamente las diferencias en número de escaños.
Casi un mes después de que el buque Taconao perdiera media docena de contenedores frente a Portugal y llegara a las costas gallegas una marea de pellets, el incidente parece que tendrá una escasa incidencia en la movilización del voto porque los estragos no han sido tan importantes como se suponía. Al PP le viene mejor nacionalizar la campaña gallega por la vía de insistir en los perjuicios para la separación de poderes y la igualdad de los españoles y los territorios de la ley de amnistía que precisamente entra en un nuevo periodo de negociación con Junts. Si la izquierda logra arrebatar el feudo gallego a los populares, el propio presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, que en su tierra pretende curar una parte de la depresión política de no haber logrado gobernar tras el 23-J, puede ver como su liderazgo comienza a ser cuestionado. Pero las encuestas predicen que podrá seguir ocupando la planta noble de la calle Génova sin problema.