«Me sorprende que la pelota no esté en estos Juegos»

El Día
-

Mañana arranca en París una cita olímpica sin riojanos; el zaguero de Huércanos Bernardo Iruzubieta fue oro en México 68

Bernardo Iruzubieta luce en sus manos la medalla de oro de México 1968. - Foto: Óscar Solorzano

Mañana arrancan en las calles de París los Juegos de la XXXIII Olimpiada y lo hacen sin riojanos entre la nutrida representación española, imagen que evidencia la magra realidad de nuestro deporte. Con Carlos Coloma como único medallista individual, es en pelota (aunque en fútbol tampoco ha sido mala la cosecha), como deporte de exhibición, donde La Rioja ha sacado pecho con seis oros y una plata. Bernardo Iruzubieta (Huércanos, 1940), con la compañía de Domingo Sacristán, se colgó en México 68 una presea dorada que, cinco décadas y media después, y en plenas fiestas pochanqueras, luce entre sus castigadas manos.

Una lesión en su codo derecho le retiró de la pelota «ni sé cuándo» aunque, antes de despedirse del gerriko, tuvo tiempo para destacar como aficionado y enrolarse en el profesionalismo «durante al menos cuatro años». «En mi época», recuerda, «se ganaba más dinero como aficionado que como profesional.Ahora eso es imposible porque los chavales, con quince años, están pensando en dar el salto».

En su día Huércanos era a la pelota lo que hoy son Baños de Río Tobía y Ezcaray, un pueblo con una consolidada trayectoria pelotazale. La tradición implantada por los Iruzubieta, padre e hijo, Goros y Santi, entre otros, no tiene, por ahora, quien la siga y, en opinión del oro olímpico en México 68 se debe a que «la oferta es mucho mayor y en vez de engancharse a la pelota, siguen otros deportes».

En cualquier caso, el zaguero pochanquero hizo de la pelota una forma de vida, lo que le abrió las puertas de los Juegos Olímpicos de México 1968 y el Campeonato del Mundo de San Sebastián, dos años después. En ambos alcanzó la gloria y lo hizo con Domingo Sacristán (Tricio, 1939) «aunque jugaba con todos los pelotaris de la época: Sacristán, Tripita, Ramírez...».

En San Sebastián tuvo como rival a Pierre Sallaberry (padre de Xala, posiblemente el mejor pelotari que ha dado Iparralde), fiel reflejo de una época en la que «los franceses eran nuestros rivales y encima se jugaba con la pelota de ellos». «Los mexicanos también tenían nivel», rememora. 

En vísperas de la cita gala, recuerda que «he jugado toda mi vida contra los franceses y mucho en Francia». «Es por eso que siendoFrancia, me sorprende que la pelota no esté en estos Juegos aunque me imagino que eso no depende del comité olímpico español ni francés», lamenta.

Volviendo a su estadía mexicana, en una cita marcada por la altitud (a 2.300 metros se enclava la capital azteca), entre los muchos récords establecidos, Bob Beamon pasó a la historia por su impulso de 8,90 metros al igual que Dick Fosbury, que se ganó el oro y la posteridad con un salto de nuevo cuño. 

Domingo Sacristán y Bernardo Iruzubieta (acompañados para la ocasión por Esquisabel y Basabe) dejaron su huella en un campeonato que se saldó con dos oros, una plata y un bronce para la delegación española. Pero por encima del rendimiento en los 36 metros,  Iruzubieta sigue maravillado «con el trato que nos dispensaron a todos los deportistas hasta el punto que nos invitaron para que volviéramos de vacaciones».

A partir de mañana seguirá la cita parisina«por televisión» aunque, pese al paso de los años, los quince días que estuvo en México «quedarán siempre en mi recuerdo».