Kirk Douglas era el hijo del trapero y así se titula la autobiografía de uno de los mitos del Hollywood clásico. Samuel Bayo (Logroño, 1979) también es hijo de trapero. En concreto de Emilio, que durante más de tres décadas dirigió el negocio homónimo de Guillén de Brocar y que «comenzó vendiendo trapos para uso industrial». Aunque ningún cartel lo indica, Tejidos Emilio, ahora Tejidos Samuel, es una de las pocas tiendas del ramo que resisten en activo en la capital riojana. Y pese a que lo normal en estos tiempos es comprarlo todo, «creo que en Logroño hay seis tiendas de telas lo que, para nuestro tamaño, no está nada mal».
Se desenvuelve con soltura con la tijera (de nuestra Tres Claveles), el metro de madera y la calculadora, su utillaje de trabajo. Por sus manos pasan pliegues y tubos de tela «nacionales y de importación». «Los almacenes se encuentran en Barcelona y Valencia, que son los principales focos textiles. Para todo lo del hogar, las telas suelen venir de España mientras que para la confección, suelen ser de Asia», informa.
En su almacén se encuentran, juntos, no revueltos, pliegues de algodón, fieltro, hules, lonas, felpas, rizos o linos. El textil más cotizado, la seda «pocas veces he tenido».
Su clientela es mayormente «femenina, de un cierto rango de edad» y principalmente riojana «aunque también me vienen clientes de Bilbao». A pesar de que el precio de la materia prima se ha multiplicado, «principalmente en tejidos cien por cien naturales», sigue saliendo a cuenta la confección doméstica. Pero además de los particulares que elaboran sus propias «sábanas, cortinas y colchas, o sus vestidos», hay un nicho de mercado,«el de las manualidades», que figura entre su cartera de habituales.
Porque el arte y la confección doméstica no pasan de moda, y porque aún trasiega más de cincuenta metros de tela a la semana, por todo eso, Samuel Bayo cree que «todavía me queda mucha tela por cortar».