Cocina Económica es más que un comedor social al que acuden personas que lo necesitan a comer. Tiene diferentes estructuras para proporcionar otro tipo de soporte a las personas más vulnerables.
Una de estas son los dos pisos que tiene encima de comedor social, que en estos momentos están ocupados por cuatro familias compuestas por personas que vinieron a Logroño huyendo de la guerra en Ucrania.
La trabajadora social, Leire Pelayo, cuenta que estas mujeres vinieron entre los meses de febrero y mayo o junio del 2022. "Las primeras familias vinieron a finales de febrero. Una de ellas estaba formada por una mamá con dos niños, que venía acompañada de la abuela de los niños. La abuela retornó a Ucrania porque la vida aquí se le hacía dura, ya que allí estaba su familia y vio que necesitaba estar con ellos", recuerda.
Buscaban un sitio donde quedarse después de salir de su país. Cocina Económica, cuando estuvieron asentadas, les ofreció un lugar «tranquilo y estable» donde pudieran sentirse «seguros, acompañados y escuchados».
Una vez se asentaron, consiguieron la documentación necesaria, la escolarización de los niños, solucionar algún problema de salud, tener la tarjeta sanitaria y cumplir todos los tramites básicos para asentarse. El siguiente paso era que los menores pudieran empezar el colegio y que las madres aprendieron español para conseguir un trabajo.
Admite que estas personas no han tenido demasiadas dificultades a la hora de realizar los trámites. «Como eran solicitantes de protección internacional y ya estaba organizado como hacerlo, pudieron ir desde el primer momento a la Policía Nacional para hacer todos los trámites», explica. «Se inscribieron muy rápidamente y les dieron el numero de identificación de extranjeros. Fue mucho más rápido que otras personas solicitantes de protección internacional», añade.
Contentas. Pelayo destaca que estas personas procedentes de Ucrania están «bastante contentas» aunque «están teniendo dificultades a la hora de tener trabajo porque solo consiguen algunos que son bastante precarios o no muy cómodos, como en el sector de la limpieza u hostelería».
Cuenta que estas familias les hablan de las dificultades que pueden tener o los asuntos del colegio de sus hijos pero lo más duro que relatan es lo que está sucediendo en Ucrania. «Nos transmiten ese malestar porque viven la guerra desde fuera y no pueden hacer nada. Ven como su familia sufre», apunta.
Por otro lado, aprender español fue una de las primeras barreras que se encontraron cuando llegaron a Logroño, y quizás, una de las más duras. Otro problema fue la diferencia de estatus respecto a su vida en su país de origen comparando lo que pueden tener ahora, el tipo de trabajo y sus recursos económicos.