Las zarzas se comen al 'ladrillo'

Gustavo Basurto
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4 millones de euros tirados en hierro y hormigón y un sueño megalómano que tornó en pesadilla. El polideportivo de Sojuela agoniza entre maleza y grafitis sin que nadie sepa qué hacer con una obra faraónica hija de la burbuja inmobiliaria

El concejal José Carlos Cantos muestra los vasos de las dos piscinas cubiertas, con la estructura de hormigón terminada, pero sin instalaciones ni equipamiento y totalmente vandalizada. - Foto: Óscar Solorzano

Algunos de los chavales que se cuelan por los agujeros del vallado para hacer botellón o pintar grafitis seguramente no habían nacido aún cuando las hormigoneras se pararon, allá por el 2008, en el polideportivo de Sojuela, un caso de libro de la megalomanía de los años del boom del ladrillo y que hoy languidece sin que nadie sepa qué hacer con él.  

A medio camino entre el pueblo y la urbanización del campo de golf, el descomunal pabellón, una estructura de acero y hormigón con dos módulos con piscinas climatizadas y frontón polideportivo más propio por sus dimensiones de una ciudad como Logroño que de un municipio que superaba por poco los cien habitantes cuando se construyó, agoniza víctima de la incuria, del vandalismo y de las zarzas que se lo comen poco a poco.

16 años después de paralizarse las obras, nadie sabe qué hacer con el macrocomplejo deportivo. Atrás quedan casi 4 millones de euros invertidos, que han lastrado la economía local, a pesar de que hoy Sojuela ha multiplicado por siete la población que tenía  en el año 2000. 

«Poner en marcha las piscinas climatizadas es inviable, pero quizás pudiera acomodarse el edificio como almacén municipal o tratar de alquilarlo; lo que sí podría aprovecharse es el frontón y polideportivo», explica José Carlos Cantos, acompañado por Antonio García, ambos concejales del partido Por La Rioja en el Ayuntamiento de Sojuela, que plantean que ahora mismo la prioridad es asegurar la zona para evitar que sigan entrando jóvenes a reunirse dentro, con el peligro que ello entraña. De hecho, el complejo polideportivo es una obra inacabada y vandalizada. En la nave de las piscinas, los cajones de hormigón permiten adivinar lo que debían ser los dos vasos, el olímpico y el infantil, y en torno a ellos un sinfín de pozos, canalizaciones y conducciones a medio acabar lo convierten en una trampa continua. 

Mejor aspecto presenta el soberbio frontón, con otro espacio polideportivo anexo y unas gradas propias de un pabellón de primera, aunque las pintadas, la suciedad y las enormes lunas que debían permitir una vista inigualable hacia  las faldas de Moncalvillo y el valle del Ebro hechas añicos desmerecen el conjunto. 

Lo que sin duda fue un espectacular proyecto arquitectónico, con cubiertas sustentadas por gigantescas cerchas de acero con formas curvas, es hoy un armatoste sumido en el olvido. En 2011, cuando ya la obra llevaba 3 años varada, el entonces presidente Pedro Sanz animaba al Ayuntamiento de Sojuela a intentar buscar alguna empresa o entidad que quisiera hacerse cargo del pabellón para usos deportivos, ante la inviabilidad de que el pueblo se hiciera cargo de su mantenimiento. En la obra se enterraron 3,9 millones de euros, pero se estima que terminarlo habría costado otros 3 millones. 

El sueño de aquella Corporación presidida por la alcaldesa socialista Milagros Díaz, que inició la construcción en plena fiebre del ladrillo, con la expectativa de pasar de 250 a 3.000 habitantes y unos ingresos al amparo de las más de 1.000 viviendas previstas por la inmobiliaria Fadesa junto al campo de golf, acabó lastrando las cuentas del Ayuntamiento. 

Placas que no vieron el sol. Y, según denuncian los dos representantes de Por La Rioja, no ha sido el único 'roto' en las cuentas municipales. Cantos y García aluden a otro proyecto que nunca se ejecutó, la instalación de placas  solares sobre la cubierta del frontón, para el que el Ayuntamiento recibió una subvención de unos 400.000 euros. Al no ejecutarse, el Consistorio hubo de devolver el importe y una penalización. En total, 660.000 euros abonados al cabo de diez años. El Día de La Rioja intentó conocer la versión del alcalde, Diego Fernández (PP), que declinó realizar cualquier declaración.

En el germen del macropabellón desahuciado está la urbanización  Moncalvillo Green, y más atrás en el tiempo, en 1991, el empeño de un grupo de inversores aficionados al golf en torno a la promotora Golf de Largimes. Real Sociedad de Golf de La Rioja en construir el primer club de este deporte en la región y en torno a él promociones de viviendas en bloque y unifamiliares.

El estallido de la burbuja inmobiliaria se llevó por delante a la promotora Fadesa y dejó inacabada la urbanización, con unas 70 casas que aún siguen en esqueleto, aunque bien es cierto que otra crisis posterior, la de la covid, empujó a numerosos compradores a hacerse con centenares de viviendas a la venta, al reclamo de un bonito entorno de montaña, casas muchas de ellas con jardín y precios atractivos. «En un año o año y medio se vendió todo y hoy no habrá ni una veintena de casas en venta, todas ellas de particulares», comenta José Carlos Canto, que al igual que su compañero de grupo en la Corporación, es uno de los nuevos vecinos residentes en la urbanización, que cuenta unas 850 viviendas.

Al calor de esa nueva tipología de vivienda surgida de la pandemia, los precios se recuperaron sustancialmente, de manera que hay quien se hizo con casas en Moncalvillo Green por 50.000 euros, aunque ahora es difícil encontrar un apartamento de dos dormitorios sin jardín por 82.000 euros y un adosado por menos de 160.000.

Ese relanzamiento postcovid se ha traducido en un aumento poblacional considerable. Hoy, el municipio ronda los 700 vecinos empadronados, de ellos más de 600 en la urbanización y en torno a 80 en el pueblo. A mitad de camino entre el núcleo nuevo y el antiguo, el polideportivo yace varado como un buque oxidado cada vez más oculto por la maraña.    

 

Un único municipio, dos núcleos diferenciados

Sojuela pueblo y la urbanización Moncalvillo Green no son Villarriba y Villabajo, sino todo lo contrario. A diferencia de la exitosa serie televisiva del genial cineasta Luis García Berlanga, ambos núcleos están separados geográficamente varios kilómetros por la carretera LR-341, aunque comparten la misma entidad administrativa, dado que los vecinos de los dos barrios están regidos por el mismo Ayuntamiento. 

Como en casi todo pequeño municipio donde las promociones de viviendas han atraído a nuevos vecinos, la distinción entre 'los de siempre' y 'los nuevos' parece inevitable; lo mismo que la reivindicación de servicios a ayuntamientos que muchas veces no pueden o no aciertan a la hora de garantizar esas prestaciones. 

Y en Sojuela la lista de reclamaciones desde la urbanización es larga. Si el núcleo nuevo multiplica casi por ocho la población del pueblo antiguo, los servicios y el reparto del gasto municipal están desnivelados en favor del núcleo pequeño, a juicio de los dos concejales del grupo de Por La Rioja, que destacan que el municipio tiene un presupuesto nada desdeñable, que ronda el millón de euros.

Vivir rodeado de naturaleza y sin ruidos también tiene sus pegas. El servicio de autobús llega al pueblo antiguo, pero no sube a la urbanización, que también carece de un consultorio médico, de manera que sus vecinos tienen que desplazarse hasta el núcleo de Sojuela. La construcción de un colegio, dado que la población asentada en Sojuela es suficiente como para contar con un centro educativo propio, que evite el traslado diario de escolares a Navarrete o a Nalda, como denuncian los concejales de Por La Rioja, es otra de las demandas más sentidas. «Actualmente, más de 60 menores de diez años necesitan desplazarse varios kilómetros para acceder a la educación», aseguran. 

aceras levantadas. Otras reivindicaciones que ponen sobre la mesa se refieren al mal estado de las aceras, muchas de ellas levantadas por las raíces de los pinos que se plantaron al construirse la urbanización y al descuidado estado de los parques, algunos de ellos sin siquiera una fuente operativa, además del deterioro o la desaparición total de varias de las bandas reductoras de velocidad en la principal calle de acceso a la zona, con el peligro que ello conlleva con conductores que circulan muy deprisa por ese vial.