Pablo Hermoso de Mendoza encara la recta final de su mandato como primer edil del Ayuntamiento de Logroño. Más de tres años han pasado desde que cogiera el Bastón de Mando de la ciudad. Pero ahora se prepara para someterse al escrutinio ciudadano en las municipales de mayo, donde se juega la reelección. A punto de que arranque la campaña electoral, el alcalde busca en los fogones de su hogar, además de en la lectura, la vía de escape a su apretada agenda. Y es que, en su casa la cocina es un «elemento central muy importante», marcado por la huella imborrable que su abuela, de origen vasco, legó a sus descendientes. Recetas llenas de sabor, pero también de sentimiento. «Les costaba decir te quiero y lo reflejaban en la comida», rememora Hermoso.
«Me atrae todo de la gastronomía, tradicional y moderna», asegura el regidor logroñés. Pero la base de su cocina es la de toda la vida, la elaborada a fuego lento, la que «con una buena base sacabas tres platos, como la sopa, los garbanzos y todos los sacramentos». Legumbres, manitas, cogote de merluza… son platos que forman parte de su recetario, que se completa con elaboraciones italianas, a las que recurre para algunas efemérides familiares.
«Soy cocinillas; cocinero es un arte mayor», confiesa Hermoso. Este chef 'aficionado' asemeja a esta legislatura los caparrones con todos su sacramentos, un guiso que requiere «calma y mimo» y en el que la 'salsa' se cuaja al final, como en política. «Al principio puede generar cierto desconcierto, pero ahora, tras tres o cuatro años, es cuando se empieza a entender y a saborear», detalla. «Somos gente que le ha dedicado empeño, tiempo y cariño. No hemos hecho un filete a la plancha, con todo el respeto al filete a la plancha, ni hemos puesto dos hojas de escarola de cualquier manera sacadas de una bolsa», apostilla. En definitiva, intentar conseguir que lo cocinado estos años «genere un buen sabor de boca», partiendo de un menú «honesto» y «leal».
Echa en falta en política una sobremesa que invite a conversar de forma sosegada. Un espacio al que no renunciaría si fuese el anfitrión el próximo mandato. En su mesa no faltaría un buen vino de Rioja maridado con entrantes de la huerta riojana para abrir boca. Su menú se completaría con unas fabes con almejas si el comensal fuese Conrado Escobar. Pero si su acompañante fuese Ignacio Tricio, recurriría a una «reparadora sopa de ajo» para que pueda «recuperarse de los vaivenes de Ciudadanos». En el caso de Rubén Antoñanzas le prepararía un 'picoteo', un plato variado de embutido; mientras que a Amaya Castro una «sana ensalada ilustrada y bien condimentada». De ser su invitado Iván Reinares no faltaría en la mesa «un cocido con fundamento y todos sus sacramentos».