En la época actual, en la que el ser humano se define por lo que consume y unos tiempos en los que los recursos son finitos, la existencia de instalaciones como las depuradoras son fundamentales para la sociedad.
El Consorcio de Aguas de La Rioja cuenta con 90 depuradoras con tratamiento biológico y otras 90 que trabajan con tratamientos primarios y fosas sépticas. Su presidente y el director general de Calidad Ambiental del Gobierno regional, José María Infante, destaca que las aguas del 99,6% de los habitantes de La Rioja están siendo depuradas por un tratamiento biológico o por otro más primario.
El consorcio, remarca, ha sido una pieza fundamental en estos 25 años para que «se pueda conseguir ese nivel de depuración». De hecho, recuerda que el Gobierno de La Rioja ha invertido en saneamiento y depuración más de 165 millones de euros.
El proceso que sigue el agua residual desde que llega a la depuradora, una instalación de 87.000 metros cuadrados, hasta que vuelve a salir limpia al río es complejo. El gerente del Consorcio de Aguas y Residuos, Juanjo Gil, explica que la depuración consiste en hacer una limpieza de elementos pequeños, de menos de tres centímetros. El proceso continúa con la eliminación por medios mecánicos de algunos elementos más finos, como rejas, arenas o grasas, y después, se retiran sustancias «mucho más pequeñas», como la materia orgánica que se ha quedado en el agua. «Lo que haces es que estas sustancias se aglomeren un poco en unas balsas para que puedan decantar», detalla.
Cuenta que a partir de ahí empieza el tratamiento biológico, en el que hay una gran balsa en la que se incorporan unas bacterias que, cuando les llega el flujo del agua residual, van a tener mucho alimento, además de energía que consiguen por medio de oxígeno. Después estas bacterias van engordando y creciendo, formando el fango, una sustancia que más adelante se somete a unos procesos de estabilización para que «pierda el poder de putrefacción, y después se utilizará para el uso agrícola».
Apunta que previamente se le extrae una parte de esa carga orgánica para generar metano y con eso, se genera electricidad. Finalmente, el agua que queda se vierte al cauce, que vuelve al río donde termina el proceso de autodepuración.
Por otro lado, estos dirigentes del Consorcio de Aguas y Residuos han hecho un llamamiento a la población riojana para que tengan cuidado con lo que arrojan por el inodoro. Algunas de estos elementos son las toallitas, que junto a los jabones de lavadora, acaban convirtiéndose en unas bolas que provocan obstrucciones en los colectores. El responsable de saneamiento, David Arroyo, señala que «la gente piensa que lo que atasca los fregaderos son los restos de comida que han no ha triturado bien pero en general el jabón de lavadora es lo que va cerrando las tuberías».
En este punto, Infante añade que otro elemento que tampoco pinta nada es el aceite usado. «Aceite y agua no se mezclan, lo que crea una película impermeable que dificulta el proceso de degradación biológica que viene posteriormente».
Tormenta. El gerente del Consorcio de Aguas y Residuos, Juanjo Gil, subraya la importancia que está adquiriendo ahora depurar las aguas residuales cuando llueve. «Normalmente, las depuradoras no tienen capacidad para tratar todo eso y se producen vertidos al río que inicialmente, como se entendían que eran aguas de lluvias, se consideraban que no eran vertidos muy perjudiciales.
Pero estudios posteriores han demostrado que tiene una concentración de residuos», detalla. La clave, indica, es que esas aguas de lluvias arrastran todo lo que había en las calles. Por eso se está trabajando mucho en la construcción de tanques de tormenta, unos depósitos de prevención que retienen las primeras aguas de las tormentas, y después, vuelven al colector para tratarse en la depuradora. Logroño cuenta con uno de estos tanques.