«Ahora no hay peleas, estamos seguras»

David Hernando Rioja
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Ana (nombre ficticio) vive en un piso de acogida. Sufrió maltrato por parte de su marido pero ahora se siente más segura

La violencia de género es una lacra social que no cesa. - Foto: Óscar Solorzano

Ana (nombre ficticio) es una mujer que vino a España a mediados de septiembre de este año con su hija, quienes estuvieron alojadas en un recurso de emergencia hasta que le dieron plaza en la casa de acogida. Finalmente pudo ingresar  en el piso el 2 de octubre.

Cuenta que su agresor tiene una orden de alejamiento hacia ella y hacia su hija, y por el momento, no puede mantener contacto con ninguna de las dos. Además, indica que el 27 de noviembre es el día que finaliza su proceso de divorcio en Marruecos, por lo que «estoy feliz».

Esta mujer ha vivido momentos muy difíciles en su vida antes de venir a vivir a España. Relata que cuando sufrió maltrato mientras vivía con su marido se sentía agotada, no tenía ganas de ganas de hablar y estaba siempre seria y muy nerviosa. «A mi hija le pasaba lo mismo, siempre estaba seria y callada y en el colegio lo notaban», recuerda.

Reconoce que pedir ayuda fue «muy duro» para ella, ya que «la familia de mi marido y él me decían que, si denunciaba la situación ante las autoridades iba perder a mi hija y todo lo que tenía en ese momento». Aun así, subraya que el apoyo que recibió por parte de los profesionales y de las personas que intentaron proteger a su hija en aquel entonces le permitió reunir las fuerzas necesarias para denunciar aquel maltrato.

Dar este paso le permitió entrar en este programa y ahora asegura que se siente «bien». «Estoy contenta, me rio mucho y a menudo, veo que mi hija y yo podemos tener un buen futuro», remarca.

El momento en el que le concedieron una plaza en esta red de alojamiento asegura que le invadió una sensación de «alivio». Ana admite que tenía miedo de estar en España sin un hogar que ofrecerle a mi hija. Por eso, reconoce que cuando le concedieron la plaza hizo que «mis miedos no serían tan grandes. Me sentí más segura y más protegida».

Además, cuenta orgullosa que ha conseguido un trabajo y que el resto de integrantes del piso le ayudan a cuidar de su hija y a que se sienta bien. «Mi hija nunca ha sido tan feliz y eso es lo más importante para mi», señala.

En este aspecto, afirma que esta nueva situación es una oportunidad que «nos están dando para poder hacer nuestra vida y no depender de mi marido». «Ahora se me apoya en todos los sentidos, para trabajar, para cuidar a mi niña y para desahogarme», remarca.

De hecho, cuenta que poder estar con otras mujeres en el piso y hablar con ellas, reírse, y que su hija se relacione con otros niños le aporta «bienestar». «Mi hija, desde que está en el piso está feliz, está muy contenta con las educadoras que la apoyan mientras yo trabajo. Además, lo siente como su hogar, ahora ya no hay gritos, ni peleas, así que nos sentimos seguras», subraya.

Ana asegura que la convivencia que hay en el piso con el resto de mujeres es «muy buena» y no tiene problemas con ninguna de ellas. «Compartimos tareas de la casa, nos apoyamos y, además, compartimos el tiempo libre con los niños», indica.

También cuenta que algún fin de semana queda con alguna de ellas para ir con los niños al parque de la Grajera y disfrutar.