Un compromiso para gobernar juntos entre el Partido Popular y Vox se ha hecho ya prácticamente "imposible", según me cuentan gentes bien conectadas con Alberto Núñez Feijóo. De Vox no tengo demasiadas noticias, si no son indirectas; ya se sabe que algunos partidos, y no hablo solamente de la formación de Abascal, son refractarios a la información más allá de la propaganda, hostiles a la transparencia que no les conviene. Esta, quizá, es una de las razones por las que sospecho que no habrá más negociaciones, como las que hubo durante la campaña electoral de 2023, entre las dos principales formaciones de la derecha.
Siempre he dicho que entre el PP y aquel PSOE de Felipe González había pocas diferencias programáticas. Ahora, la deriva de Pedro Sánchez en el viejo Partido Socialista, que tiene connotaciones personales y hasta psicológicas, imposibilita siquiera pensar en una posible situación de centro-derecha o de centro-izquierda, ni siquiera aunque hubiese por el medio un partido bisagra como jamás supo serlo Ciudadanos.
Así que veremos si los dos principales partidos de implantación nacional son capaces de alcanzar los escaños suficientes, en las próximas elecciones legislativas, para gobernar en solitario; tengo para mí que algunos de los bastones que ayudan al PSOE a mantenerse en La Moncloa o están debilitados (Sumar), o sumidos en la confusión (ERC), o en la abierta hostilidad con La Moncloa (Junts). Sospecho que Pedro Sánchez lo sabe. Como sospecho con fundamento que Feijóo sabe perfectamente que ya nunca más se podrá aludir a la falsa 'alianza de centro derecha' cuando se incluya en ella a Vox y que su alianza con el partido de la derecha extrema más bien va a restarle votos que a dárselos.
La altisonancia verbal de Abascal -y no digamos ya la de sus invitados, como el argentino Milei- le aleja irremisiblemente de la moderada templanza que quiere imprimir a sus actos y a sus palabras Núñez Feijóo, a quien me parece que horrorizan los excesos que caracterizan últimamente la política española. Es un terreno en el que no se siente cómodo, para el que no se siente cualificado, y ni Abascal le gusta a él ni él le gusta a Abascal. El hecho de que a ninguno de los dos les guste Pedro Sánchez y lo que representa con sus socios no es un factor de acercamiento. Hay cuestiones no estrictamente políticas, como el talante o la educación -y Milei, en el mitin de Vox, ofreció todo un recital al respecto--, que separan más que los programas electorales.
Y peor aún a las puertas del arranque de la campaña electoral europea 'oficial'. El PP tiene que intentar rascar el máximo de los votantes de Vox, que representa para la juventud, dicen los sondeos, el comienzo de una rebeldía contra lo establecido que, lógicamente, no les gusta. Y ello ha justificado la fugaz aparición en Cataluña de una formación independentista, pero ultraderechista, y de alguna candidatura europea, más bien folclórica y altamente demagógica, pero muy rupturista, a la que los sondeos, para lo que valgan, le conceden al menos un escaño de representación en el Europarlamento, un Europarlamento que va a estar muy nutrido de populismo, partidos 'fantasma' y 'gamberros', según las previsiones.
El relativo éxito de Vox se explica porque se asienta no en la moderación, sino en zonas donde no es demasiado escandalosa la ruptura de las reglas del juego. Y también, por el lado de los mayores, se asienta sobre gentes escandalizadas por un cambio vertiginoso, impulsado desde un Gobierno al que no entienden ni les entiende ni, menos aún, les atiende lo suficiente, a su parecer. Vox es un partido legítimo, y como tal ha de ser respetado. Pero es un partido dañino para la rotación política, porque es, en el fondo, un aliado del Gobierno a la hora de descalificar, o dar el abrazo del oso, al PP; que es el lógico recambio de Sánchez, cuando toque.
Entre el PP y Vox, véanse y óiganse las declaraciones en la campaña electoral catalana, y no solo, se ha establecido una distancia que es de conceptos, de ética, de estética, de formas, de fondos, de perspectivas, de alianza internacionales -apuesten: Milei ha quitado votos futuros a Vox, y no estoy tan seguro de que se los haya dado al PP, porque son, me dice un eminente sociólogo, votos inclasificables más allá del descontento con todo y contra todos. Feijóo tendrá que aprender a vivir sin ellos. ¿Podrá?