El deportista aragonés pero afincado en Logroño desde hace años, Rubén Cristóbal, padeció leucemia con solo seis años, y fruto de los tratamientos y medicamentos que le administraron por dicha enfermedad, a los 18 años le diagnosticaron diabetes de tipo 1.
Recuerda que esta noticia le produjo una sensación de «impotencia» porque estaba haciendo todo bien y se cuidaba pero la diabetes le suponía un cambio de hábitos total. «Me dijeron que nada de deporte y seguir una alimentación súper estricta», indica.
Su llegada a Logroño fue beneficiosa para él. El nuevo endocrino que iba a llevar su caso le dio más libertad en temas de comida y de hacer deporte. «Poco a poco fui haciendo deporte y me encontré mejor a la hora de controlar objetos y con mi estado físico», destaca.
Empezó a jugar a tenis, baloncesto en silla y ping pong pero «me gusta ponerme a prueba, y superar objetivos, por lo que ahora estoy con maratones o media maratones con mi handbike». De hecho, Cristóbal ha corrido seis maratones hasta el momento.
Uno de los problemas que podía tener en estas carreras es el control de sus niveles de azúcar. Desde sus inicios en este deporte ha probado varios métodos basándose en la teoría prueba y error, hasta que dio con la clave. «Mi truco para distancias largas es comer una gominola de cocacola a partir del kilómetro 10, cada 5 o 10 minutos. Eso hace que mis picos de azúcar se mantengan y no haya ni subidas ni bajadas», explica.
Por otro lado, este aragonés asegura que puede realizar una vida normal a pesar de tener diabetes. «No puedo comer dos pizzas y cuatro tiramisús, pero si se que voy a salir una noche y cenar una pizza, ese día intento hacer mas trabajo de bici o de gimnasio», señala.
Además, avisa de que esta enfermedad fue también un problema económico en sus inicios. Recuerda que el sensor que actualmente lleva en su brazo, al principio no estaba subvencionado, y si lo hubiera comprado, se hubiera gastado 120 euros al mes. A eso habría que sumarle las cremas calcetines especiales.