"No estoy loca y tengo dolores que son reales"

David Hernando Rioja
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Ana Marañón Calleja es una paciente riojana que sufre fibromialgia y forma parte de ese 3% de personas de esta región que la padecen,junto a la fatiga crónica

Miembros de la asociación Fibro Rioja durante una de sus reuniones - Foto: Óscar Solorzano

Toda una vida de desconocimiento y de visitas al médico muy poco productivas hasta que hace tres años les diagnosticaron fibromialgia. Esta es la historia de Ana Marañón Calleja. 

Esta mujer afincada en La Rioja es una de las muchas que padecen fibromialgia y fatiga crónica. La prevalencia de esta enfermedad en España está ente el 2 y 4% de la población, dependiendo de la comunidad autónoma. En el caso de La Rioja, la prevalencia era del 2,4% antes de la covid-19 pero después se alcanzó el 3% debido a las personas que sufren covid persistente. 

Recuerda que con 10 u 11 años padeció fiebre reumática que le afectó a las articulaciones y al corazón, enfermedad que hizo que estuviera dos meses en la cama y le pusiera 60 inyecciones en un mes. Años más tarde empezaron las jaquecas y el fuerte dolor de cuello, y a raíz de esto, le detectaron una fusión en el arco de las cervicales.  

Otros problemas que ha tenido han sido una tendinitis «horrible» que le obligó a adaptarse y a cambiar posturas para poder hacer determinados movimientos y acciones, y un año después, tuvo el hombro «congelado», lo que hizo que no pudiera subir el brazo ni siquiera coger una cuchara.

Esta mujer también ha padecido a lo largo de su vida lumbago crónicos o trocanteritis, un conjunto de síntomas dolorosos localizados en la cara lateral de la cadera.

Recuerda que su médica de cabecera, después de ver todo lo que le había pasado, planteó la posibilidad de que tuviera fibromialgia y la remitió a la unidad de reumatología. «Pero no me detectaron nada, por lo que solo me mandó dos días de reposo y una infiltración en la trocanteritis, que no sabía ni lo que era. También me aconsejó ir al psicólogo», apunta.

Después de ver a varios especialistas más, la médica de cabecera le volvió a enviar a reumatología. Cuenta que la doctora que le atendió vio el historial, le mandó hacer una placa y después de decirle que su médico de Familia le había dicho que podía ser fibromialgia, ella dio por bueno el diagnóstico aunque «me dijo que esa palabra ya no se usa, sino dolor crónico generalizado».

Enfado. Ana Marañón Calleja afirma haber sentido «mucho enfado» por esta situación aunque «ya me han dicho que lo que es y lo he medio aceptado para poder convivir con él». «No estoy loca, tengo dolores y son reales», apunta.

Entiende que sea una enfermedad «difícil» de detectar porque «no me salieron los factores reumáticos que ellos buscan alterados». El caso, apunta, es que se sabe que en Barcelona o Asturias si que hacen otras pruebas y el tema está más avanzado pero «aquí en La Rioja no lo está».

«El problema es que no hay coordinación ni comunicación entre médicos para poder diagnosticar antes esta enfermedad. En cambio, en otras unidades como oncología si que la hay», critica.

También lamenta que los médicos no saben del tema, no están informados o no quieren estarlo. Reconoce que dan la apariencia de que están bien y pueden estar como una persona que no padece esta enfermedad pero «realmente no es así». «Como no tenemos una herida física, es más difícil de entender que tenemos ese dolor», señala Marañón.

Cuenta que acudió a una charla que le ayudó mucho a sobrellevar esta situación en la que «nos dijeron que dolor tenemos pero el problema es que no se ve, por lo que hay que intentar olvidarlo. Aunque es muy difícil».

Destaca el trabajo que se hace en la asociación Fibro Rioja porque «respecto a los médicos de Logroño, no hay ayuda posible salvo derivarte a la médica de cabecera, y la mía es buenísima». «Sientes rabia e impotencia porque ni los propios médicos sabían lo que pasaba cuando son ellos los que tienen que saber», critica.

Asegura que la asociación ayuda mucho a las personas que van allí porque «primero están algo perdidas». Hacen diferentes tipos de actividades, desde estiramientos adaptados hasta yoga clásico y transpersonal, «que nos ayuda a afrontar el problema y a mirar la vida de manera positiva, en vez de estar siempre en plan negativo».

Otra actividad que hacen es el baile adaptado, «una afición que te aísla de tu dolor y te ayuda a seguir y a recordar los pasos». «Esto último es bueno porque otro de los problemas que nos pasa es que tenemos fallos de memoria», explica.

Marañón también cuenta que la parte social se ve afectada por la fibromialgia, ya que «es muy frustrante». «Pese a esto, nos han enseñado a no juzgar a la gente porque no sabemos lo que cada uno lleva dentro», concluye.