«Aquí en Canales de la Sierra estamos muy cerca del cielo». Ernesto Vicario se refiere así a la altitud que reina en Canales de la Sierra mientras muestra, en compañía de su hija Esther, la bodega de elaboración de sidra que gestionan ya desde hace unos años. Es la única industria del municipio y prácticamente de toda la subcomarca de las Siete Villas, y la idea es «crecer e incorporar dos o tres puestos de trabajo» en el propio municipio.
El negocio familiar nace a caballo entre el ánimo de emprender y las ganas de «darle vida a un pueblo», como muchos otros, necesitado de movimiento. Tras años observando que el cultivo de la manzana era propicio en un Canales situado a 1.050 metros de altitud, la familia Vicario se sumergió en 2016 en una primera plantación de 350 manzanos para sidra en cultivo ecológico. Hoy son ya cuatro hectáreas, 3.600 árboles con catorce variedades de manzana y el planteamiento es «crecer con la plantación en otras parcelas». Todo ello para la recogida de unas 10.000 manzanas que generan una producción de 7.000 litros de sidra, además de la elaboración de zumo natural de manzana, «sin azúcares, sin agua ni conservantes», detallan.
Al mismo tiempo que lor árboles comenzaban a dar sus frutos, los propietarios de Sidra La Demandan acondicionaban la estructura de la bodega aprovechando parte de una antigua explotación ganadera e integraban la maquinaria de prensado y embotellado. Tras una inversión de algo más de cuatrocientos mil euros, en 2022 sacaron a la venta las primeras botellas de una «sidra serrana» que mantiene una arraigada raíz artesanal. Todo el proceso recae sobre las manos familiares aunque «ya haría falta algún empleado». Pero de momento, todo gira entorno a la familia Vicario.
La Demanda se comercializa ya en diferentes cabeceras de comarca situadas a lo largo y ancho de la Comunidad autónoma y en algún municipio más.
Ventas. «La comercialización cuesta», detalla Esther que, junto a su padre, muestran en todo momento su ilusión en un proyecto que más allá del negocio, reluce como un oasis en un desierto. «Sin trabajo los pueblos se quedan vacíos», señalan mientras Ernesto explica que «esta sidra no se escarcia y se bebe con sorbos pequeños».
La empresa ya está inscrita en el Registro de Operadores de Producción Agraria Ecológica.
También ayuda en el proyecto familiar Alberto, el hermano de Esther. Ella, arquitecta, él empleado en una fábrica y ambos compaginan su formación con una iniciativa empresarial que «da vida» a un pueblo en el que ya ni siquiera el bar abre sus puertas a diario.
Entre sus caballos de batalla resurge la necesidad de abrirse camino con un producto como la sidra, que «no tiene tradición en La Rioja» pero a la que se han empeñado en otorgar protagonismo. De hecho, entre sus objetivos figura también la idea de «poder crear una Denominación de Origen» en una tierra habituada y acostumbrada a un paisaje de viñedo y a la elaboración y consumo de vino.
Pero más allá del negocio y de la intruducción de la sidra en el mercado, Canales incorpora una industria, que no es poco.