Editorial

Los resultados en Francia y la respuesta a la inmigración como telón de fondo

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El cordón sanitario que el Nuevo Frente Popular, la alianza de la Francia Insumisa de Mélenchon y el bloque de Macron, impuso al Reagrupamiento Nacional en la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas permitió el domingo un vuelco de los resultados obtenidos siete días antes y relegó a la formación de Le Pen a la tercera posición dinamitando toda posibilidad de alcanzar el Gobierno. El miedo a la ultraderecha ha bastado para unir a los votantes de izquierda y derecha y ha disipado los temores de una Europa que vigilaba muy de cerca el avance de los postulados más extremos en un momento en el que la respuesta a la inmigración figura como uno de los retos a los que deben enfrentarse los países desarrollados. La 'prioridad nacional' que tiene marcada el partido de Le Pen y el objetivo verbalizado por su candidato Jordan Bardella de «vaciar Francia de inmigrantes» ha puesto en contra al resto del espectro político francés y ha frenado las aspiraciones de una ultraderecha que se veía ganadora.

La inmigración se ha convertido también en España en un elemento de fricción, no solo entre el PSOE y el principal partido de la oposición, sino también entre Vox y este último. El reparto por comunidades autónomas de los menores extranjeros no acompañados (menas) ha desatado las críticas en los territorios donde el PSOE no ostenta el poder, cuyos responsables se debaten entre aceptar la imposición del Gobierno central, de la que solo conocen lo que trascendió en una filtración periodística, y adecuar la solidaridad a los medios de los que disponen. En medio de esta trifulca, que debería solventarse mañana en la cumbre de Tenerife, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha amenazado con romper todas las alianzas que mantiene con la formación de Feijóo si se avienen a pactar la acogida de menas.   

Bravuconada o aviso a navegantes, la  soflama de Abascal tiene como principal objetivo añadir ruido en un asunto que debería ser objeto de un debate más profundo, porque es perfectamente consciente de que las autonomías pueden dar argumentos para que la cifra final sea una u otra, pero no pueden negarse a acoger a estos menores, y no solo por el principio de solidaridad que debe impregnar cualquier actuación de una administración pública. Hacer de la inmigración un elemento esencial del proyecto político puede ser beneficioso para reforzar a los votantes más fieles, pero suele ser contraproducente a la hora de conformar mayorías de gobierno. Lo acabamos de ver en Francia, precisamente donde tanto el número de inmigrantes, como el escaso arraigo que muestran las segundas generaciones son mucho más relevantes que en España.