Puntos y puntas
David Bastida Caro
Conceptualmente crear una publicación nacional o internacional donde aparezcan los vinos de una zona concreta o un país es una buena idea. Puntuar los vinos que allí aparecen mediante una cata organoléptica realizada por una persona o un equipo y con ello generar un listado de puntuaciones sigue siendo una buena idea.
Desde un punto de vista 'liberal', esta lista favorece, en teoría, una sana competencia para hacer mejores vinos y con ello obtener una mejor posición. Hasta aquí todo bien, qué bonita es la teoría, pues no pasa así exactamente.
Las listas y sus correspondientes puntos tienen diferentes versiones: en forma de guías verdes de fuerte implantación nacional, concursos con nombre de la Capital de Europa, que reparten medallas de todos los colores, y guías o Reports de afamados MW. En definitiva todo un listado de publicaciones en las que enólogos y empresas del sector muchas veces nos fijamos más de lo que debemos. No están la mesita del dentista, ojo a esto.
El sumun de estas guías y listados se produjo a finales de los años 80 y siguientes dos décadas donde un señor abogado de Baltimore, un tal Parker, revolucionó el mundo del vino con sus puntos y sus recomendaciones (The Wine Advocate) avaladas por un mercado con un elevadísimo potencial de compra como es EEUU.
(…dije el martes pasado sólo haremos vinos de calidad mundial cuando desarrollemos un mercado que los valore y pague por ellos)
Nada ha sido más importante para la enología y la forma de vender y entender el vino en los últimos años que este señor, le pese a quien le pese. Al jubilarse, dejó un catador para España y algún otro país, un tal L. Gutiérrez. Ni comento que me da la risa, ni le saludo.
Todo esto, repito, que aparentemente es una buena idea, es algo que hemos prostituido hasta límites insospechados dotando a estas guías, algunas de ellas auténticos panfletos, de un poder que no tienen y de una fuerza aparente, que se disuelve en el océano comercial.
También es cierto que las hay serias; una o dos…