Juan (nombre ficticio) explica que ha vivido una vida marcada por la dureza y las dificultades, un pasado que tiene presente, pero que ya ha dejado totalmente atrás. «Aunque mi vida ha sido muy dura, ahora estoy en otra etapa de la vida», destaca sin adornos, con la claridad de alguien que ha aprendido de sus errores y no quiere volver a cometerlos, y que ha superado los diversos problemas que se ha encontrado a lo largo de estos años.
En el CEOSIC ha descubierto que existe otro estilo de vida, uno que al principio le costó asimilar porque estaba acostumbrado a otros tipos de hábitos. «Cuesta cambiar cuando vienes de una rutina tan diferente, pero aquí te das cuenta de que se puede vivir de otra manera». Para él el proceso de adaptación ha sido un camino largo, lleno de momentos en los que pudo dudar de sí mismo, pero también de pequeñas victorias que le han empujado a seguir adelante.
Además, Juan señala que el rechazo de la sociedad sigue siendo una barrera a día de hoy, para él como para cualquiera que se encuentre en su misma situación. «Simplemente nos marginan por haber pasado por un centro penitenciario, como si no tuviéramos arreglo o solución», indica decepcionado. Y por este motivo, insiste en que los voluntarios del centro juegan un papel crucial para cambiar esa percepción: «Ellos son los que pueden demostrar y transmitir cómo somos realmente, porque nos conocen de verdad, tratan con nosotros y están en nuestro día a día».
Con el tiempo, Juan ha aprendido a no darle tanta importancia a los prejuicios que tienen los demás. «Antes puede que me afectase lo que decían, pero ahora ya no me molesta. Haber estado en prisión no tiene nada que ver con lo que soy como persona», asegura de una forma en la que se percibe que han sido ya unas cuántas veces las que ha tenido que repetir esta realidad.
Lo que tiene claro es que el pasado debe quedarse atrás para poder avanzar y aunque reconoce que no es un proceso nada fácil, también sabe que es lo necesario para construir una nueva vida. Algo que con el tiempo está consiguiendo gracias a CEOSIC porque desde que entró en el centro asegura haber notado una «evolución superpositiva» en todos los aspectos de su vida.
«Nadie quiere contratarte, si saben que has estado en la cárcel»
«No hay peor juez que uno mismo», reflexiona Pablo (no es su nombre real) y destaca que en la cárcel «hay mucho tiempo para pensar y arrepentirse». Sin embargo, la verdadera dificultad empezó cuando al salir tuvo que enfrentarse al mundo real.
«A la hora de encontrar un trabajo es muy complicado porque aunque te esfuerces y des lo mejor de ti, terminan enterándose y ya no te quieren renovar el contrato», expresa decepcionado porque es una situación que se ha repetido en varias ocasiones.
A pesar de todo, Pablo ve su experiencia como una lección. «A veces hay que estar mal para valorar las cosas, pero lo importante es rodearse de las personas adecuadas», recapacita. Por este motivo, Pablo seguirá luchando por la vida que quiere «desconectando del pasado» y cerrando un capítulo de su vida.
«Al buscar un piso, puedo tener pareja, pero no un niño»
María (nombre ficticio) es la única mujer en el CEOSIC y reconoce que la mayor dificultad al salir del centro penitenciario es la de encontrar una vivienda porque le ponen «trabas por todo».
«Me permiten tener una pareja pero no un niño menor», expresa indignada ante la situación de la vivienda. Y añade que para alquilar un piso también es complicado por las nóminas o por el contrato fijo.
Recuerda que al salir de la prisión fue un gran choque de realidad, a pesar de estar poco tiempo porque allí todo era una rutina y «todos los días eran iguales». Aun así, destaca que el estigma social también le ha afectado: «Automáticamente te tachan de mala persona por un error puntual, pero no es así».
Por eso, María trabaja cada día para rehacer su vida, aprendiendo de esta experiencia para «no volver a cometer los mismos errores».
«Hasta amistades que aprecias han mostrado rechazo»
Sergio (nombre inventado), es el reflejo de que la vida puede rehacerse, aunque el camino sea duro y esté lleno de desafíos. Aún sigue visitando el CEOSIC, un lugar que para él representa mucho más que un centro de reinserción: es su familia, su refugio. «Ellos fueron los primeros que me abrieron la puerta», expresa agradecido.
El cambio en la sociedad le parece complicado y cargado de prejuicios que lo acompañan incluso en las relaciones más cercanas. «Hasta amistades que apreciaba han mostrado rechazo, y eso es muy duro», indica.
Por eso Sergio insiste en que la única forma de romper esos prejuicios y se produzca un cambio generalizado en la mentalidad de la sociedad es a través de la paciencia y la cercanía porque está convencido de que si la gente se interese en conocerlos en persona «verían que no son tan diferentes al resto».