Para quienes han vivido tras los muros de una prisión, la libertad no siempre resulta fácil de gestionar. No solo es una segunda oportunidad o comenzar de nuevo, a veces salir al mundo exterior puede llegar a ser todo un desafío. Sin embargo, para quienes se esfuerzan en salir adelante, encuentran en el Centro Educativo de Orientación y Seguimiento para la Inclusión Comunitaria (CEOSIC) de Cáritas La Rioja un lugar seguro al que llamar hogar y donde poder reconstruir su vida.
Aunque por este centro han pasado muchas personas, actualmente son tres los participantes que están residiendo de las 8 plazas con las que cuentan, y otros tres acuden al servicio de día. El año pasado, CEOSIC recibió 39 solicitudes de las cuales 25 fueron atendidas, un número que se suele mantener próximo todos los años, aunque las peticiones aumenten. «Cáritas pone a disposición este centro para que convivan, retomen su vida social y puedan afrontar las dificultades que tiene salir al exterior», explica Sor María Paz Hernández, responsable del área de integración social de Cáritas, destacando que este centro se termina convirtiendo en «su casa».
La vida diaria en el centro está diseñada para que los participantes recuperen habilidades y se enfrenten a los desafíos de la libertad. Por ello, Nerea Solo, una de las educadoras del centro, indica que las actividades se planifican en función de lo que quieren y de sus necesidades:«A principio de año, nos reunimos para elaborar un calendario flexible de actividades». Desde excursiones hasta juegos de mesa pasando por diferentes talleres, donde Solo destaca el de habilidades domésticas en el que deben cumplir con tareas cotidianas de una casa, el de comunicación en los que se fomenta «el pensamiento crítico y la expresión emocional». Asimismo, Solo detalla que el taller de tecnología les sirve a quienes han pasado varios años alejados de los avances digitales: «Les enseñamos a descargar aplicaciones y utilizarlas para ponerles al día de las nuevas tecnologías».
El acompañamiento emocional es otro pilar imprescindible por lo que Paula Ruiz, trabajadora social en prácticas, detalla que las distintas sesiones se adaptan a las preocupaciones y necesidades de los participantes: «Si surge algún problema o quieren hablar de sus sentimientos, se deja en un segundo plano lo que había preparado».
Contra el estigma. Carlos Armas es uno de los 10 voluntarios del centro y su labor no solo resulta fundamental para realizar distintas las actividades, sino que él mismo destaca que son quienes pueden «romper con los esquemas de la sociedad» porque son los que realmente les conocen al pasar tanto tiempo con ellos. «Hay quien se siente superior, pero yo trato de mostrar que todos somos personas.Y aquí la amistad es desinteresada y más sana», asegura.
No obstante, a pesar de todo el esfuerzo, los participantes del centro se enfrentan a retos constantes, especialmente en el ámbito laboral y social. «Aunque socialmente ya han pagado su deuda con la justicia, parece que siempre llevarán un sello que les marca», lamenta Hernández. Esta estigmatización dificulta su reintegración y refuerza la idea errónea de que haber pasado por un centro penitenciario define a una persona. Por ello, Hernández hace hincapié en que «cualquiera podría estar en su lugar y por un error del pasado no hay que rechazarlos; solo es una época de su vida y ahora deben ser uno más».