Las vides ya han sido vendimiadas, la uva está en los lagares y la vinificación sigue su curso natural. Todavía habrá que esperar la calificación, tarea a la que se encomienda el amplio equipo de expertos que conforman la DOCa Rioja. Entre ellos figura Alejandra Rubio Gil (Logroño, 1979) una de las ocho veedoras del Consejo.
Aunque pueda parecer que la temporada alta ya ha pasado en la Denominación de Origen Rioja, todo lo contrario: «Nunca hay temporada baja aquí. Siempre hay tarea por hacer. Si no es la vendimia, es la calificación y si no la producción, etc.». Como ella, 49 profesionales configuran el rostro humano de la denominación más antigua.
Se formó como perito agrícola y se acercó al Consejo Regulador para trabajar como vigilante de pesaje (profesión que muchas veces se confunde con la de veedor) «pero ya me contrataron como técnico». De esto hace más de veinte años y, desde entonces, se considera una apasionada «del Rioja». «Me da igual si es joven, crianza o reserva», bromea.
Pese a que los temporeros y los bodegueros puedan ser los verdaderos protagonistas de la campaña que acabamos de dejar atrás, entre bastidores destaca la labor de «los cuatro técnicos (doce el resto del año), ocho veedores, cinco coordinadores de zona y 120 vigilantes» que han hecho que la vendimia llegue a buen fin. Aunque el número de estos últimos controladores pueda parecer elevado, «en realidad este año ha sido bajo».
Si durante el resto del año, compagina su trabajo de campo con el de oficina, en este último mes su principal utillaje ha sido «el móvil, porque me ha tocado coordinar a los vigilantes de báscula».
Desde diciembre, y hasta febrero, se dedicará «a tomar muestras» para determinar la calidad de una vendimia que aún es pronto «para calificar» pese a que, durante las últimas semanas, el ácido glucónico y la botrytis, «una de las catastróficas desdichas que pueden suceder», han estado en boca de todos.