Levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad fueron el nombre de las cinco conferencias que Italo Calvino dictó en Harvard y que resumían las virtudes literarias que, en su opinión, debían tener valor en un futuro. La sexta, que se quedó en el tintero por su muerte prematura en Siena (1985), debía llevar por título Consistencia. Instalados ya en ese futuro, estos seis universales pueden condensarse en «intensidad, brevedad y belleza», los tres atributos que VirginiaRuiz (Logroño, 1976) busca en su producción literaria. Publicó en mayo Lo que crece en las grietas (Pepitas de Calabaza, 2024), su debut sensu strictu después de que en esta misma editorial, y de la mano de la ilustradora Raquel Marín, publicase por encargo La vida de las luciérnagas. Historias de mujeres brillantes.
Virginia Ruiz se siente cómoda en el relato breve y así lo demuestra en sus treinta y siete relatos de una gran hondura lírica. «Siento que el libro es todavía como un bebé, apenas tiene unos meses de vida y, encima, le ha pillado de por medio el verano y todos sabemos que en esta estación se para el mundo», mesura con calma. «Va haciendo su camino, pero lo hace a un ritmo pausado, despacio, como una gota que va dejando su rastro. Sí que recibo alegrías de los lectores que lo han leído y les ha gustado», completa.
Riojana de nacimiento, vivió durante muchos años en Madrid (donde estudió Ciencias de la Información) y en Valencia, donde nació su hijo, momento en el que decidió volver a casa. «Me sorprendió Logroño a mi regreso porque cuando me marché pensé que era una ciudad que no tenía nada y, de repente, me encontré con muchísima efervescencia cultural, con clubes de lectura, uno de ellos especializado en relato breve, El color de la mirada, y la fructífera actividad que realiza en la ciudad en torno al cuento», analiza.
Dejó la capital riojana para matricularse en Publicidad «aunque me di cuenta que no era lo que quería». «Nunca entré en una agencia pero sí que vi que no me interesaba crear necesidades», denuncia con espíritu crítico. Un curso en la Escuela de Letras, con Antonio Muñoz Molina como profesor, le cambió la vida. «Daba clases de técnicas narrativas. Me gustó muchísimo y fui haciendo otros talleres. Me apunté a la Escuela de Humanidades y recibí clases de Álvaro Pombo, Alejandro Gándara, Rosa Montero...», rememora sobre estos cursos seminales. «Me enamoré de la literatura y perdí el interés por la publicidad» aunque, desde ese momento y su estreno literario, ha habido un largo proceso de decantación.
Es en la narrativa breve «donde me siento muy cómoda». Si en el pasado fue un género denostado, no así en América donde el cuento tiene una fértil tradición, «ahora ya no lo es». «Personalmente soy amante de la brevedad. Es un género que me da mucho. Siento que, en este momento, escribir novela no me apetece tanto», aduce.
Esperando que Lo que crece en las grietas haga, tranquilo pero determinado, su camino,Virginia Ruiz sigue dando rienda suelta a su pasión literaria, de la que ha hecho su estilo de vida. En la actualidad, da forma a su primer poemaria (sus cuentos tienen ecos poéticos) al tiempo que espera la publicación de su segundo libro, «en el que he trabajado con los sueños y con el paso del tiempo».