Tenía buen cuidado Bildu en que sus candidatos no mencionaran la palabra ETA. Los sondeos les daban como vencedores de las elecciones de mañana y la dirección del partido, con Arnaldo Otegi a la cabeza, acariciaba la idea de que en esa situación podrían lograr que Pedro Sánchez estuviera dispuesto a apoyar un Gobierno con ellos. Con o sin los socialistas dentro, pero con su candidato, Pello Otxandiano, como nuevo lendakari.
Tenían esa esperanza, creían tocar ya poder, asentarse en Ajuria Enea, pero el propio Otxandiano cometió un error de bulto que dio un giro a la situación. El aspirante de Bildu, en el tramo final de la campaña, cuando le preguntaron por ETA apuntó que era un grupo armado, pero se negó a pronunciar la palabra terrorista por mucho que le insistieron en los días siguientes para que aceptara que se trataba de un grupo con un pasado de terror que los vascos, y todos los españoles, conocen muy bien. No los jóvenes, principal caladero de los votos de Bildu, pero sí sus padres y abuelos. Y también aquellos de menos edad que se han preocupado por estudiar la historia reciente de su pueblo.
Debió sufrir Otxandiano todo tipo de presiones porque, a dos días del final de la campaña, pidió públicamente perdón a las víctimas de ETA… pero no cedió en su empecinamiento, no encontró vinculación entre ETA y el terrorismo. Y lo argumentó con palabras de candidato que nunca ha roto un plato, ni ha dicho una palabra más alta que otra, ni ha tenido un mal gesto. Sin embargo, ese no reconocimiento afectó a las expectativas electorales de Bildu: puede ganar las elecciones de este domingo, pero ya no es tan seguro como la semana pasada que efectivamente consiga el triunfo. Y, si vence, en ningún caso deja al PNV tan atrás como le auguraban la mayoría de las encuestas.
El tropiezo de Pello Otxandiano, que ha provocado además que haya pasado a primer plano Arnaldo Otegi, aunque se había mantenido en un prudente silencio al inicio de la campaña, puede dar un vuelco a la situación que se preveía para después de la primera de las tres citas electorales fijadas para antes del verano.
La aparición de Otegi ha obligado a rememorar su trayectoria y la de la banda de la que formó parte, pertenencia por la que fue condenado a prisión, que cumplió. Pero también se ha recordado su presunta vinculación con un atentado mortal, con la puesta en marcha ahora de un procedimiento judicial para investigar cuál fue su papel y hasta dónde llegan penalmente sus responsabilidades.
La consecuencia inmediata es, además de la ya apuntada aparición del historial de ETA en una campaña en la que Bildu pretendía dejar de lado su pasado más negro, ha sido que se han detectado dudas en parte de los indecisos a los que se veía cercanos a Bildu a pesar de su indecisión. Y también se ha detectado que algunos votantes que alardeaban de su apoyo a Bildu ahora se les ve menos convencidos desde que han sabido -antes preferían no saber- que efectivamente ETA no fue un movimiento nacionalista que quizá, en ciertas ocasiones, en situaciones límite, se extralimitó y utilizó las armas. Pero siempre, decían, con un fin bueno, la liberación del pueblo vasco de una dictadura franquista-españolista.
No, este final de campaña han podido comprender que ETA fue una banda terrorista que sumó miles de víctimas, entre ellas casi mil víctimas mortales. Gran parte de ellas personas absolutamente ajenas a la política, las Fuerzas Armadas, la policía, jueces y fiscales, a los que el grupo armado tenía en su punto de mira por colaboracionismo con la dictadura del Gobierno español. Víctimas vascas y no vascas.
El nuevo escenario
Ese incipiente rechazo a ETA que se ha advertido en filas de votantes, obliga a ver esta convocatoria electoral con una perspectiva que podría alterar sensiblemente el escenario que preveían la mayoría de los analistas de la actualidad vasca.
Un escenario en el que PNV recibiría un fuerte castigo, debido en gran parte a que ya no se le considera el partido que gestionó con eficacia el País Vasco. Se le ve también actualmente como un partido viejuno, excesivamente endogámico, con un discurso poco claro respecto las relaciones con el Ejecutivo de Pedro Sánchez, y que falla estrepitosamente en un capítulo en el que hasta hace poco era abanderado de buen hacer: la Sanidad.
Sin embargo, la aparición de ETA en campaña, y no con su mejor biografía, sino la que trataba de ocultar, la del terrorismo, cala en quienes veían a Bildu como una opción de modernidad, de nuevos horizontes; podrían replantearse su voto e intentar cortar el paso a una formación que justifica el terrorismo. Y volver al voto nacionalista del PNV. Es más, para bloquear a Bildu y que no se haga con Ajuria Enea, ni PSE ni PP descartan que papeletas con las que ya contaban se vuelquen de nuevo hacia el PNV como mal menor ante un posible Ejecutivo de Bildu presidido por Pello Otxandiano.
La entrada de la banda en campaña ha sido un revulsivo, ha obligado a todos los candidatos y a los dirigentes nacionales a pronunciarse. El socialista Eneko Andueza declaró que ETA «fue un error y horror. Un drama para Euskadi. Y fue terrorismo». Feijóo exigió a Sánchez que rompiera sus pactos con Bildu, y dijo que el PSOE y el PNV eran «una fábrica de votantes del PNV». Declaraciones a tener en cuenta, porque uno de los escenarios futuros que se contemplan es que el PNV se mantenga en el poder a través de un pacto con los socialistas y el PP en el caso de que no fueran suficientes solo los del PSOE para convertir en lendakari al socialista Imanol Pradales.
El propio Sánchez, su vicepresidenta María Jesús Montero y el candidato a la Generalitat Catalana, Salvador Illa -al que importa mucho el resultado vasco, ya que tendría incidencia en el voto catalán- han arremetido contra ETA, conscientes de que sus pactos con Bildu afectan seriamente al candidato socialista vasco, como afectan al voto socialista en toda España.
Montero intentó explicarlo señalando que gracias a esos pactos con Bildu el Gobierno había aprobado importantes medias sociales. Pero no cuela. O cuela poco. Por eso se advierte nerviosismo en la familia socialista por el debate sobre ETA que ha provocado Pello Otxandiano en los últimos días.
Ni se inmuta
Bildu, en cambio, no se inmuta ante ese debate. Está acostumbrado a ser calificado como el partido que tiene su origen en ETA. Porque lo tiene. De este modo, encara las elecciones con optimismo, porque nunca se ha encontrado en mejores condiciones ante las urnas. Nunca. Cuenta con que la polémica sobre la banda armada le puede restar votos con los que contaba y que se le podrían ir al PNV o al PSE para impedir un Gobierno de Bildu, pero en cambio confía en contar con nuevos votantes de izquierda que se inclinarán por voto útil y abandonarán a Podemos o Sumar para coger la papeleta de Bildu.
Faltan pocas horas para saber el resultado de estas elecciones que son clave para el PNV y para los socialistas. También para los de Arnaldo Otegi, porque no conseguir la Lehendakaritza cuando casi la alcanza con la mano, podría ser frustrante. Pero tienen un motivo de satisfacción: nunca, ni en sus mejores sueños, pensaron que se encontrarían, gracias a Pedro Sánchez, en condiciones de ganar unas elecciones en el País Vasco.
Esto se podría traducir en que su apoyo al actual Ejecutivo socialista seguirá siendo incondicional en Madrod. A no ser que gobiernen en Euskadi: entonces exigirán mucho más de lo que han exigido hasta ahora. Porque serán más fuertes.