"Cada vez hay más trabajadores pobres, con empleos precarios"

Gustavo Basurto
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A punto de cumplir su primer mandato como presidente del Banco de Alimentos de La Rioja, Juan Carlos Fernández Ferraces (Santo Domingo de la Calzada, 1974), abogado de profesión, analiza la actividad de la entidad y la situación de la pobreza

Juan Carlos Fernández Ferraces. - Foto: Carlos Caperos

Preside un banco atípico, con 'dividendos' que van íntegramente a los más necesitados de la sociedad. Como el resto de voluntarios que hacen posible el reparto anual de centenares de toneladas de comida en hogares vulnerables, Juan Carlos Fernández Ferraces aporta tiempo y conocimientos a la causa del Banco de Alimentos, una labor callada pero incesante, porque la pobreza apenas aflora a los ojos del resto de la sociedad, pero exige alimentación los 365 días del año.  

Pronto cumplirá un año en la presidencia del Banco de Alimentos de La Rioja. ¿Ha habido más satisfacciones por lo logrado o decepciones por los objetivos no alcanzados?

Desde el punto de vista de la organización ha sido un año muy duro. El año pasado nuestra entidad repartió 916.914 kilos y eso significa un 30,66% menos que en ejercicios anteriores. La situación ha sido dramática desde el punto de vista de la minoración y por eso no hemos podido conseguir los objetivos que teníamos para nuestro primer año de mandato. Estamos intentando revertir esa situación, que es compleja, pero no nos cabe duda de que la solidaridad riojana lo permitirá.

Y hace más de un año se implantaba el nuevo sistema de reparto de fondos europeos, con los que antes se compraban alimentos y ahora se canalizan a través de tarjetas monedero. ¿Se ha confirmado la advertencia de los bancos de alimentos de que esa fórmula perjudicaría a muchos beneficiarios?

Sí, claramente. Desde el punto de vista de los beneficiarios del Banco de Alimentos de La Rioja, el número no se ha reducido. En 2023 repartimos (alimentos) a 10.885 personas y en 2024, pese a estar implementadas las tarjetas monedero, hemos tenido 10.123 beneficiarios; eso significa que hay solo un 7% de minoración en el número de beneficiarios frente a un descenso de unos 300.000 kilos de resultados alimentarios venidos de la Unión Europea. 

En 2021 repartimos 339.084 kilos de fondos FEAD (fondo de ayuda europea para los más desfavorecidos), en 2022 fueron 305.329 y al año siguiente 207.326; y en 2024, cero kilos. La cola del hambre no se ha reducido y, por el contrario, a un grupo muy importante de personas se les ha perjudicado con este sistema. 

Si ustedes han dejado de recibir de la UE el equivalente a 300 toneladas, pero prácticamente mantienen el número de personas a las que distribuyen alimentos, ¿a dónde han ido los fondos redirigidos vía tarjetas monedero?

Existe un problema de raíz. Los fondos se están destinando a tarjetas monedero que se entregan a personas con vulnerabilidad alimentaria, con cargas familiares, para que acudan a supermercados y pueden comprar otros productos que no son alimentos. El problema es que antes los fondos de la UE se destinaban a compras en origen y ahora hace falta mucho más dinero para obtener los mismos resultados. Mientras no se ponga ese dinero por encima, el resultado será insatisfactorio. 

¿Y hay gente a la que no está llegando la ayuda?

No es que haya gente a la que no se esté llegando. Uno de los ratios que utilizamos los bancos de alimentos es el de kilos por beneficiario. En 2019, nuestra organización repartió 147,2 kilos de alimentos por persona al año y a partir de ahí ha ido reduciéndose paulatinamente, hasta que el año pasado se redujo a 90,58. Eso significa que se está llegando a las mismas personas, pero entregando muchísimos menos kilos de alimentos...y eso se llama carencia.

¿Y eso se nota en las 'colas del hambre' en las entidades benéficas a las que ustedes entregan alimentos?

A nosotros no nos gusta hablar de 'colas del hambre', porque entendemos que es una figura que no sirve, porque las entidades hacen la distribución como estiman y hay sitios donde puede haber personas en una fila y otros donde no ocurre. Lo que sí es cierto es que esas entidades nos dicen que tienen el mismo número de beneficiarios, que el sistema de tarjetas monedero no llega y que se reduce el número de personas con sus necesidades alimentarias satisfechas. La FAO recomienda en torno a 150 kilos de alimentos por persona y año y nosotros estamos repartiendo 90, lo que significa que ninguna de las personas que se atienden por parte del Banco de Alimentos de La Rioja tiene satisfechas plenamente sus necesidades alimentarias. 

¿No hay vuelta atrás, posibilidad de revertir ese sistema?

Este sistema viene de la Unión Europea, en principio va a durar cinco años y entendemos que no es reversible a corto plazo. Es cierto que algunas comunidades autónomas, y en esto le damos las gracias al Gobierno de La Rioja, ayudan con convenios extraordinarios a la adquisición de alimentos. En nuestro caso, el año pasado suscribimos un convenio con el Gobierno de La Rioja por importe de 185.000 euros y eso permitió comprar 159.246 kilos y minorar este desastre que tenemos.

¿Y esa ayuda complementaria compensa el desfase por la retirada de los fondos UE?

No, todavía no se compensa. 

¿En La Rioja estamos peor que en  otras comunidades?

En algunos sitios también se han firmado convenios con los gobiernos autónomos, pero en otros no y en esos casos la situación se está tornando dramática. No estamos entre las peores regiones. 

Teóricamente, la economía no va mal. Aunque haya rebajado sus previsiones, BBVA estima un crecimiento del 2,3% para este año en La Rioja. Y al mismo tiempo, el riesgo de pobreza aumentó en 2024 del 16,9% al 19,4%. ¿A dónde va ese desfase en la riqueza?

No hay que confundir términos macroeconómicos con la economía de las personas más vulnerables. Hay cada vez más una polarización entre personas que tienen satisfechas sus necesidades económicas, y hay un enriquecimiento en este sector poblacional, y la población más vulnerable, cuya situación se ha cronificado. Eso tiene que ver con la situación del empleo, que no ha mejorado tan significativamente. El 5,2% de la población riojana tiene empleos que muchas veces no les sirve para satisfacer sus necesidades básicas; y además existe un drama, que es el de la vivienda. Aunque se incremente el salario mínimo interprofesional, si la vivienda sube y el alquiler sube, las personas con esas necesidades tienen menos para cubrir otras como la alimentación. Estamos viendo cada vez más trabajadores pobres, con empleos de baja intensidad, muy precarios, que no les permiten salir de una situación de necesidad alimentaria. Los datos macroeconómicos ayudan a la ola, pero hay un sector de la población, al que no debemos olvidar, que se está quedando por el camino. 

Es decir, ¿esa parte de la población recorta gasto en comida para poder pagar una vivienda?

Evidentemente está recortando en alimentación. Hay un índice muy significativo que es el que dice si una persona puede o no permitirse comer cada dos días pollo o pescado. En La Rioja, el 2,7% de la población no puede permitirse eso. Como sociedad, eso es un verdadero drama. Consecuentemente, esas personas para poder satisfacer el coste de un alquiler, no podrán destinar dinero a esos alimentos; y estamos hablando de pollo, no de carnes más caras.

Con los datos de los estudios de pobreza en la mano, casi uno de cada cinco personas con las que nos cruzamos en la calle o de nuestros vecinos del barrio estaría en peligro de convertirse en pobre. A simple vista parece difícil pensar que sea así.

Muchas veces, medir la pobreza es complejo. A veces, se mide respecto a medias, de manera que cuando la renta del resto de la población crece, los índices de pobreza decaen. A nosotros nos gusta más hablar de los datos de pobreza severa, la de aquellas personas que no tienen sus necesidades básicas cubiertas. Y en La Rioja, nos vamos al 5,2%, lo que significa que hay decenas de miles en nuestra comunidad que no tienen cubiertas sus necesidades básicas, la alimentación y el vestido. A veces tendemos a pensar que el pobre es la persona que vemos tirada en un banco, pero esa es una categoría de pobreza extraordinariamente severa, pero hay otra anterior que no se percibe, pero existe. Hay un deseo muy interesado en que la pobreza no se vea, pero la pobreza existe. 

¿Y quién o quiénes están tan interesados en ocultarla, los poderes públicos, la ciudadanía en general..?

El pecado es común. Para las administraciones públicas, cualquier resultado de tasa de pobreza no es bien recibida. Y a la propia sociedad no nos gusta ver la pobreza. A las entidades del tercer sector nos gusta aclarar que la de hoy no es la pobreza severa de Etiopía en los años 80; no tenemos esas imágenes. Y aunque parezca contradictorio, la consecuencia de la alimentación insana con productos baratos es el problema de obesidad.

También parece un contrasentido el desperdicio alimentario. ¿Se sigue tirando mucha comida?

El desperdicio alimentario es un drama, porque tiene tres consecuencias: tiramos alimentos cuando una parte de la sociedad los necesita; es el único sector económico en el que producimos alimentos para tirarlos;y quemamos hectáreas y deforestamos para producir alimentos que son desperdiciados. Pero en esto creo que la sociedad sí ha cambiado, porque hemos vuelto a la realidad de nuestros abuelos. Y creo que ese cambio responde a una conciencia social y en eso los bancos de alimentos somos uno de los grandes actores desde el punto de vista del aldabonazo de conciencia. Hoy, a ningún empresario riojano se le ocurre tirar ningún alimentos, porque hemos transformado lo que antes era desperdicio en recurso alimentario solidario. 

¿Hay una pobreza oculta, gente mayor o en situaciones de soledad, que no se percibe en las calles?

Está oculta y es lo que se llama la pobreza de la vergüenza, que existe y es real. Hay muchas personas que prefieren pasar privaciones severas antes de pedir ayuda. Y como sociedad debemos detectar esas situaciones graves. Esa pobreza de vergüenza piensa, y esto empieza un poco a amoldarse con determinadas ideas políticas, que el pobre se lo ha buscado. Tenemos que entender que el pobre necesita ayuda y como sociedad no podemos dejar atrás a nadie.

Una de las caras más crueles de la necesidad es la pobreza infantil, que en España es especialmente grave en relación con el resto de Europa. ¿En La Rioja hay niños desnutridos?

Dentro de la capa social más perjudicada, la pobreza infantil se está incrementando notablemente. Esos niños no están desnutridos, pero tienen una alimentación con importantísimas carencias. Hay muchos niños que acuden al colegio habiendo cenado un plato de macarrones con salchichas varios días a la semana. No sería un caso de desnutrición, sino de malnutrición y eso se incrementa sistemáticamente. 

¿La pobreza riojana tiene alguna singularidad?

Que se ve menos y que en algunas ocasiones es menos grave, porque aquí funcionan las redes vecinales y familiares;todos nos conocemos en el barrio o en el pueblo e intentamos echar una mano. Pero no hay que olvidar que hay un sector de la población que no tiene esas redes. 

En la última Gran Recogida se obtuvieron 64.735 kilos de alimentos y 133.476 euros en donaciones en dinero. ¿Qué es más interesante?

Yo pensaba antes que lo que teníamos que intentar es conseguir alimentos. Es cierto que como consecuencia del covid y los problemas para conseguir voluntarios, muchas de las grandes firmas que colaboran con la Gran Recogida no permiten hacerlo así. Con el tiempo hemos visto que la donación económica es mejor para la entidad desde el punto de vista de la gestión, porque permite no acumular mucho alimento en poco tiempo y poder transformar esos medios económicos para ir comprando en esas cadenas los alimentos con ese dinero obtenido en noviembre. Pero quiero aclarar que el Banco de Alimentos jamás recepciona ese dinero, sino que se queda depositado en esas cadenas y nosotros lo que hacemos con él es comprar alimentos. Es una especie de crédito que vamos consumiendo a lo largo del año.  

¿Qué parte de las necesidades se cubren con la Gran Recogida? 

Supone en torno al 13 o 14% del volumen anual. La aportación más importante, en torno al 30%, viene de la recogida que hacemos en el sector empresarial, que ha entendido desde hace muchos años que no puede desperdiciar alimentos y nos los dona sistemáticamente. Alimentos que hace una o dos décadas acababan en la basura, hoy son distribuidos a entidades y ellas los entregan a personas necesitadas. 

¿Qué otras acciones tiene previstas el Banco de Alimentos?

En aproximadamente un mes empezaremos con la campaña Primavera, que hacemos por tercer año, y seguiremos con todo tipo de actuaciones. No hay que olvidar que las personas con necesidades tienen que cometer todos los días, por lo que necesitamos ayuda de los riojanos los 365 días del año. 

La política de aranceles de Trump ha convulsionado el comercio mundial. ¿Puede tener repercusiones negativas en la labor solidaria del reparto de alimentos?

Naturalmente. El crecimiento de la inflación del 30% ha repercutido muy significativamente en el número de kilos de alimentos que podemos comprar en el Banco;y las personas con necesidades han tenido que pagar un 30% más por los alimentos q    ue adquieren. No olvidemos que la inflación se llama el impuesto de los pobres por algo. Y ahora estamos hablando de unos aranceles del 20% a la política agraria común y que cualquier consumo alimentario será gravado, se producirá, si no lo evitamos entre todos, un incremento de otro tipo de costes y se repercutirán en los alimentos. Y los más pobres tendrán más problemas todavía.

El Banco de Alimentos funciona gracias a personas voluntarias, muchas de ellas jubiladas. ¿El relevo generacional está asegurado?

Nuestro perfil básico es el de prejubilados y jubilados. Y eso, además, nos llena de orgullo, porque son personas que se pensaba que no podían aportar a la sociedad, y sin embargo aportan un trabajo desinteresado y profesional, porque muchos hacen en la organización lo mismo que hacían en sus empresas, y para mí eso es un ejemplo en el que me gustaría verme reflejado para siempre. Todas las organizaciones del tercer sector tenemos un problema porque la gente joven no se está incorporando. No sabemos la razón, si porque hay perfiles más individualistas o porque sienten que las ONG no les representamos. Quitando operaciones particulares, en las que hay que reconocer que hay muchísima gente joven, en el día a día no tenemos perfiles jóvenes.