Aunque natural de A Coruña, María López Villarquide (1982) residió los once primeros años de su vida en la capital riojana y es aquí donde ha vuelto, «ilusionada porque hacía años que no volvía», para la presentación de su tercera novela La danza de París. Santos Ochoa acogió ayer, con Perfecto Uriel (director de La Casa de la Danza de Logroño) como maestro de ceremonias, dicha première riojana en la que la autora volvió a sentirse como en casa.
Licenciada en Filología Inglesa, además de doctora en Documentación y Análisis Cinematográfico, su tercera novela aúna varias de sus pasiones y una de ellas la anclan a la ciudad de su infancia. Fue en la capital riojana, en el Ballet Estudio de Danza de Yolanda Moya, donde se inició en el ballet. Esta práctica la abandonó años más tarde: «La etapa en Logroño fue preciosa, porque en el estudio me mimaban mucho. Pero luego ya en una etapa más adulta, en el conservatorio, ahí ves las orejas del lobo. Para una adolescente el ballet no es un mundo sencillo».
La danza de París combina «las técnicas de la novela histórica (y eso la entronca con sus obras anteriores), con una trama romántica secundaria y una historia de novela negra». A diferencia de La catedrática y La juglaresa, novelas protagonizadas por mujeres empoderadas como «Luisa de Medrano, la primera mujer al frente de una universidad aunque hay quien duda hasta de su existencia, y María Pérez, juglaresa que participó en las cruzadas», aquí el protagonismo es mucho más coral.
Personajes reales como Edgar Degas o la bailarina Carlotta Grisi e imaginarios pululan en esta obra cuya trama parte del libreto Giselle, de Théophile Gautier. La autora coruñesa aprovechó una estadía de dos meses en la capital gala para documentarse y dar forma a su tercer libro. «Aunque la trama es ficticia, encontré mucha documentación que me ha permitido tejer La danza de París», informa. Si la obra de Théophile Gautier que estuvo prendado de Carlotta Grisi, la Giselle de la ficción, sirve de inspiración, la novela de López Villarquide tiene ecos de El fantasma de la ópera, obra de Gaston Leroux, al que es obligatorio acudir si hablamos de ballet y de París (aunque la Ópera Garnier es posterior a la trama), pero también está latente el espíritu de El cisne negro, película contemporánea de Darren Aranofsky. «No sé si como inspiración pero está claro que es una película que me gustó y que está ahí. El cisne negro tiene muchas deudas con La semilla del diablo y con Repulsión, ambas de Polanski, y algo de influencia sí que hay», afirma.
María, que ya tiene en mente su próximo proyecto (una antología de cuentos), reconoce que no es fácil vivir del cine y de la literatura, sus dos pasiones. ¿Hay un boom de novela histórica? «Hay mucha novela. Demasiada». La gallega, que trabaja en la Carlos III (Getafe) y que antes fue librera, asume la hipertrofia de la edición en castellano: «Hay más escritores que lectores. Sucede que se publican libros que, sin llegar prácticamente a las librerías, son guillotinados para reciclarse en otras publicaciones». Su sensación es que «pese a que se lee, es mucho lo que se edita». Pese a esta realidad, a falta de cifras de venta, la novela de Plaza y Janés ha tenido buen «feedback en redes sociales» y eso no deja de ser un consuelo.