Una vez más, los representantes de instituciones catalanas, el presidente del Generalitat, Pere Aragonès, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, escenificaron su fe republicana negándose a saludar al rey Felipe VI a su llegada para la inauguración del Mobile World Congress que se celebra en Barcelona, aunque en otro momento posan junto a él para una de las numerosas fotos de familia. Estas actitudes, que bien podrían definirse como gestos de mala educación, fueron inauguradas hace media docena de años y se han quedado ya como una tradición que cada año pierde más sentido, una nota a pie de página en un acontecimiento de relevancia mundial para las telecomunicaciones.
Que los mencionados cargos nieguen el saludo al rey y a continuación participen en una cena con él y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es una contradicción que ellos mismos tendrían que explicar, porque su aguijonazo que ya ni siquiera genera el más mínimo sarpullido. Desde su discurso del 3-O de 2017, que los independentistas han considerado una afrenta de Felipe VI por algo tan obvio como defender la unidad de España de la que es garante, la presencia del rey en Cataluña ha sido constante y no ha faltado a ninguna cita de los actos en los que ejerce la representación del Estado, excepto en la ocasión en la que el presidente del Gobierno no lo consideró oportuno y faltó, en 2020, a la entrega de diplomas a los nuevos jueces.
No se trata de minimizar estos actos de descortesía institucional impropios en una democracia consolidada por parte de quienes son los representantes de todos los ciudadanos de Cataluña, o de todos los vecinos de Barcelona, pero también es evidente que su repercusión es cada vez menor, que la presencia del rey en Barcelona apenas congrega a un centenar de personas para protestar por su presencia y que este hecho es también un síntoma de una cierta normalización de la vida en Cataluña, con el independentismo dividido, con ERC sola al frente del Ejecutivo catalán, con el PSC ocupando el centro del tablero y haciendo valer su carácter pragmático, con la ANC capitidisminuida, con la mesa de diálogo entre los gobiernos central y autonómico en compás de esperar sustituidas sus reuniones por encuentros bilaterales entre Aragonés y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y con el proceso de transferencias congelado al menos hasta después de las elecciones del 28-M. Todo a pesar del fiasco de la última reforma del Código Penal para favorecer a los líderes y ejecutores del referéndum ilegal del 1-O.
En este ambiente, Felipe VI se dirigió a los asistentes a la cita para resaltar la importancia del MWC para "el desarrollo económico de Barcelona, Cataluña y España", que a todos beneficia que esta feria tenga lugar en la capital catalana dónde lo seguirá haciendo muchos años dada la satisfacción de sus organizadores. Y en ese sentido seguro que el rey habrá sabido entender, mejor que quienes señalan la ausencia, que el presidente del Gobierno no le haya acompañado en la visita del lunes, porque ha mantenido reuniones con algún directivo de empresas que tiene previsto realizar importantes inversiones en nuestro país. Ahora que la tensión institucional en Cataluña se ha relajado siempre hay quien no deja de mirar el dedo en lugar de dirigir su mirada a donde apunta.