Lionel Terray, miembro de la primera cordada que dominó el Annapurna (8.091 metros), definió a sus compañeros de oficio con una metáfora, Conquistadores de lo inútil (título a su vez de un clásico de la literatura de montaña), que refleja el ansia humana por domesticar las alturas.
Más allá de esta pretensión, fútil o no, la viticultura riojana también se ha lanzado a la conquista de la altura como respuesta al recrudecimiento del cambio climático que, además de elevar las temporadas, altera a su antojo el ciclo vegetativo de la vid.
Si en nuestros pagos octubre, tanto o más que septiembre, era el mes de la vendimia, no tardará en generalizarse en el noveno mes. Y en otras latitudes peninsulares, el pistoletazo de salida se dio a mediados de julio. El calor acelera la maduración de la uva (y del resto de frutas) y aumenta su grado, efecto que pone en jaque la vinificación.
Rioja conquista cotas insospechadas - Foto: Ingrid FernándezEntre la panoplia de medidas para mitigar las consecuencias del calentamiento global, la viticultura en altura es una de las soluciones adoptadas por las bodegas adscritas a la DOCa Rioja. Si en el pasado era insólito ver vides a más de 700 metros, año a año, las cepas conquistan nuevas cotas hasta el punto que en las tres subzonas de la denominación (Alta, Alavesa y Oriental) es un fenómeno en auge. Otra denominación con fama mundial como el Chianti no prevé la plantación por encima de los 700 metros mientras que la vecina Ribera, como consecuencia de su condición mesetaria, echa raíces en altirudes que oscilan entre los 700 y los mil metros.
Gonzalo Salazar de Gurendes (Logroño, 1975), gerente de Bodegas Tarón, cooperativa que abarca las localidades de Cuzcurrita de Río Tirón (518 metros sobre el nivel del mar), Sajazarra (515), Tirgo (521) y Villaseca (537), reconoce que, en su territorio, la cooperativa tiene viñas por encima de los 650 metros «en Gembres (Sajazarra) y en las inmediaciones de Cellorigo». «Es fácil que, en los últimos años, en nuestra zona se haya elevado unos cincuenta metros la altura de las plantaciones», informa. «Valoramos muchísimo la frescura que nos da la altura pero en nuestro caso viene reforzada por el clima atlántico que disfrutamos», completa.
Surcando el Valle del Najerilla, en las inmediaciones de Villaverde de Rioja (810 metros), pero en el término de Badarán, Vintae, bajo la dirección del doctor en Enología Pedro Balda, prueba la adaptación de una decena de variedades.
Rioja conquista cotas insospechadas - Foto: Ingrid FernándezDel otro lado del Ebro, la subzona Rioja Alavesa también ha superado la cota de los ochocientos metros aunque, en su caso, Sierra Cantabria se erige como un talud difícil de superar.
En cualquier caso es en Rioja Oriental donde los vinos de montaña han enraizado hasta el punto que El Coto de Rioja, del grupo Barón de Ley, puede presumir de ser pionero. Es en el municipio riojabajeño de Bergasa donde se enclava el viñedo plantado a mayor altura de Rioja toda vez que la cota máxima de producción se sitúa en 997 metros. Superarlo parece difícil: non plus altus. Esta proeza hunde sus raíces en la Finca Carbonera, terreno salpicado de encinas con cascajo en superficie que favorece la maduración y sobre una extensión superior a las 500 hectáreas se desarrolla un proyecto pionero que arrancó allá por el año 2010 y que cuenta con bodega propia de transformación.
Esta apuesta comienza a dar sus frutos pues este viñedo, de 185 hectáreas, ya brinda las cosechas de 875 m, marca que denota todo un hito. Se trata de un tempranillo con carácter y que es hermano de 875 m, un blanco Chardonnay fermentado en barrica.
Rioja conquista cotas insospechadas - Foto: Ingrid FernándezAunque curiosamente este 2024 está siendo, en cuanto a sus temperaturas, algo más clásico, César Fernández (León, 1970) reconoce que «está constatada una tendencia, clarísima, al incremento de temperaturas (en el período 2011-2023, por encima de los últimos 65 años) y fue por eso que nos animamos con un proyecto que ha sido un éxito tremendo».
Quien así habla es el director técnico de El Coto de Rioja, que reconoce a su vez su satisfacción por la «finura» y el «potencial aromático» alcanzado con estos vinos monovarietales. En el pasado, «no se esperaban de estas viñas gran calidad aunque ha quedado demostrado que no es incompatible conseguir buenos rendimientos y calidad».
Próximamente entrará una nueva cosecha en el lagar pero, en lo que respecta a las dos últimas, la de 2022 y 2023, asegura que se ha alcanzado «mucha finura en cotas más altas de las habituales».
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En las tres subzonas queda demostrado que la viticultura de altura ha ganado la batalla de la calidad y que también está inclinando a su favor la de los rendimientos. Queda por mitigar, eso sí, el fiel de la balanza de los costes de producción impuestos por la orografía («las pendientes condicionan la plantación») y por el tamaño de las parcelas («más pequeñas y rodeadas de monte») aunque de momento Rioja se prepara para, a grandes males, altos remedios.