Ha perdido el norte y también los otros puntos cardinales. El presidente de gobierno muestra hoy una figura patética. No dio la cara en el debate más importante de los últimos meses, solo acudió a la hora de votar, hora que Francine Armengol, a través de recesos, acopló a conveniencia de Pedro Sánchez.
Los sanchistas alardean de su satisfacción por haber conseguido aprobar varios de los decretos … obviando los que han quedado en la cuneta, obviando que algunos de los aprobados eran inconstitucionales, y obviando sobre todo el clamor unánime de que el que manda no es quien reside en Moncloa, sino un prófugo de la Justicia que ha arrancado a Pedro Sánchez todo lo que ha querido y más. Amnistía y referéndum, las competencias en inmigración, medidas fiscales que son los primeros pasos para que Cataluña tenga su propio cupo, subvenciones sin límite y la condonación de 15 mil millones de deuda que pagarán los españoles, catalanes y no catalanes.
Como remate de la vergüenza, los sanchistas han marcado a fuego a varios medios críticos con el PSOE y con el gobierno, y están tomando medidas para que se retire a sus periodistas las credenciales del Congreso y Senado. Además de las de Ferraz, por supuesto. Así funciona el llamado gobierno progresista, que utiliza métodos propios de partidos ultra y de dictaduras. Se queja del trato que recibe pero aplaude cuando las algaradas son contra otros partidos y sus dirigentes. Por no mencionar el silencio con el que reciben los ataques al Jefe del Estado, al que con frecuencia el propio presidente trata de ningunear controlando su presencia en actos en los que Sánchez quiere brillar en solitario.
Habría que pagar por ver la cara de Pedro Sánchez cuando su gabinete le haya pasado el resumen de prensa que le entregan a diario. No hay un solo medio de comunicación que no haya dado un palo monumental al presidente de gobierno por su rendición ante los independentistas y por convertir en héroe a Puigdemont.
Sánchez ha recibido las críticas prácticamente unánimes de los medios, incluidos los considerados sanchistas, los que aplauden al presidente cuando miente, engaña, se echa en brazos de socios indeseables o cae en el ridículo, que también ha hecho el ridículo en varias ocasiones.
Queda ahora por saber qué va a decir el Tribunal Constitucional sobre algunas de las competencias que ha conseguido Cataluña, aunque la mayoría de simpatizantes del sanchismo en el alto tribunal hace temer lo peor. Y queda por saber qué ocurrirá con el Tribunal Europeo de Justicia, al que llegarán denuncias de instituciones y jueces españoles por decisiones del gobierno que consideran contrarias a la ley.
Sin embargo, más allá de las decisiones judiciales, parece imparable el desprestigio creciente del gobierno.
Hay un dato preocupante para Sánchez: Podemos hará en cada momento lo que le dé la gana, en el PNV se nota desde lejos la incomodidad, y los socios de Sumar han perdido el respeto a Yolanda Díaz.