El patrimonio eclesiástico riojano custodia auténticos tesoros, que no son necesariamente monumentos o piezas de arte sacro. Nada, para el gran público, hace sospechar que en las estanterías del Archivo Diocesano convivan desde las partidas de nacimiento de miles de riojanos a referencias del reformador Carlos de Seso, uno de los personaje de la novela El Hereje, de Delibes, o el texto original del Voto de San Bernabé y el acta fundacional del célebre monasterio de San Martín de Albelda, fechada en el año 924, celosamente guardada como uno de los documentos más antiguos de La Rioja. «Nuestro trabajo es custodiar, conservar y restaurar todo este ingente patrimonio y divulgarlo», explica Jesús Merino, director del Archivo Histórico Diocesano, creado en 1982 y dependiente de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño.
Por este importante centro documental, que se nutre en gran medida de la reagrupación de distintos archivos parroquiales, entre ellos el de la concatedral de La Redonda, y ubicado en una de las dependencias del Seminario de Logroño, pasan a diario todo tipo de personas interesadas en lo que guardan sus fondos, desde especialistas y doctorandos a particulares que necesitan localizar a sus antepasados en los registros parroquiales para confeccionar su árbol genealógico; o quien trata de demostrar su pertenencia a alguna de la dos instituciones nobiliarias riojanas, como son los solares de Valdeosera y de Tejada, por ejemplo.
La oferta es variopinta, pero hay joyas indiscutibles, por su antigüedad y simbolismo. El más antiguo, y de enorme importancia, es un texto de 924 que da testimonio de la refundación del monasterio de San Martín de Abelda, un año después de que se produjera la reconquista en el territorio riojano, tras siglos de presencia musulmana. En ese documento, uno de los más antiguos de La Rioja, el rey Sancho Garcés y la reina Toda hacen donación al abad Pedro de las tierras para la fundación del monasterio de Albelda. Se trata de un texto anterior al famoso Códice Albeldense, escri-to por los monjes del primigenio cenobio mozárabe de San Martín. Su scriptorium debía de tener fama, pues llamó la atención de Godescalco, obispo de Le Puy (Francia) y primer peregrino jacobeo conocido que en 950, camino hacia Santiago, se acercó hasta Albelda para encargar la copia de un libro a sus amanuenses. Con el paso del tiempo, aquel monasterio evolucionó hacia un cabildo de clérigos seculares en torno a una colegiata en Albelda, que acabó desplazándose a Logroño, al germen de lo que hoy es La Redonda, con el consiguiente traslado del archivo de Abelda a la capital.
En los anaqueles del Archivo hay otro escrito no tan antiguo, pero sí de enorme simbolismo, especialmente para Logroño. Se trata del texto original del Voto de San Bernabé, en el que el Cabildo municipal expresaba en 1522 su juramente al santo patrono, con todo el ritual con el que desde entonces se celebra la fiesta que rememora la victoria sobre los franceses el 11 de junio de 1521, día de San Bernabé. Otro voto, el de La Caridad de la Virgen de Lomos de Orio, también se custodia en este archivo. Suscita gran interés igualmente todo lo que tiene que ver con el monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, por el empeño de la asociación que promueve su restauración en difundir su memoria y preservar sus restos. Y es que el Archivo atesora el documento más antiguo relacionado con ese cenobio, un libro de refundación de 950.
La relevancia de lo custodiado en Logroño atrae asimismo a investigadores de otras regiones, como el equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona que rastrea entre los fondos del Archivo Diocesano el vínculo con Logroño y Villamediana del reformador Carlos de Seso, personaje que aparece en la novela El Hereje, de Miguel Delibes. De insignes personajes es posible también consultar hasta sus partidas bautismales, como las del Marqués de la Ensenada o el escultor Daniel, apunta Jesús Merino. «El material que tenemos aquí es tan amplio que resulta interesante para muchos tipos de investigaciones y de variedad de servicios, desdeun jubilado que quiere escribir un libro con la historia de su pueblo a expertos de universidad», apunta el director.
El Archivo abre al público los lunes, miércoles y viernes de 10,30 a 13 horas, una disponibilidad que a partir de enero se ampliará a lunes, martes, miércoles y jueves, dada la demanda de investigadores. Además de la labor de custodia y divulgación, está el trabajo interno de catalogación y digitalización a cago de los dos empleados de la entidad, junto con su director y un grupo de voluntarios. «Trabajo tenemos de sobra», certifica Jesús Merino, que señala que existe una sala de consultas con capacidad para seis investigadores, que acceden por cita previa y de forma gratuita y que tienen su disposición, entre otras cosas, más de 15.000 libros parroquiales de 200 iglesias de la región. Con los documentos más antiguos se trabaja con copias, recopiladas en la Diplomática, en donde se reproduce todo lo archivado desde 1499, porque los originales no se ofrecen salvo en investigaciones caligráficas muy justificadas.
Como las parroquias de los principales municipios mantienen los suyos propios archivos, el Archivo Diocesano custodia la documentación de la concatedral de La Redonda y de los archivos de las iglesias de Santiago, Palacio, San Bartolomé y del desaparecido templo de San Pe-dro y San Blas, que se erigía donde hoy está el Mercado de San Blas, y del resto de parroquias. De hecho, el grueso de todo este patrimonio documental lo constituyen los archivos parroquiales, que contienen desde los registros sacramentales a los 'de fábrica', aunque en sus estanterías hay también libros de registro sobre cofradías u otras instituciones. En la sección episcopal se clasifican documentos históricos que generan los obispos, como sínodos, cartas pastorales o las Constituciones del famoso obispo Lepe, a lo que se suman los boletines diocesanos desde que comenzaron a publicarse a mediados del siglo XIX, los ejemplares de Pueblo de Dios o los boletines parroquiales. Libros litúrgicos de misa, sacramentales de bautismos o de la Semana Santa, breviarios, leccionarios, completan otras de las secciones del archivo.
A salvo de peligros. Frente a recelos que en un momento dado pudieron surgir en los pueblos por el traslado a Logroño de sus archivos parroquiales, Jesús Merino destaca que se impone finalmente el convencimiento de que ese patrimonio está a salvo en el Archivo Diocesano frente a robos, incendios, la humedad y el ataque de xilófagos y ofrece facilidad para que esos documentos puedan consultarse, sin que la localidad de origen deje de ser la propietaria.
En busca de los abuelos riojanos para lograr la nacionalidad española La aprobación el pasado año de la popularmente conocida como 'ley de nietos', que permite obtener la nacionalidad española a personas nacidas en el extranjero que demuestren que sus abuelas o sus abuelos nacieron en España, ha multiplicado el interés hacia el Archivo Diocesano por parte de hispanoamericanos descendientes de riojanos, que solicitan por internet las partidas de bautismo de sus antepasados para presentarlas en los consulados. «A no ser que se hayan extraviado o quemado, los primeros libros de bautismos, en torno a 1550, de cualquier pueblecito están aquí», explica Jesús Merino, que matiza que esos registros se hicieron obligatorios a mediados del siglo XVI con el Concilio de Trento.