Un mes después, en muchos pueblos de Valencia, todavía el lodo sigue siendo el dueño de las alcantarillas, miles de viviendas y garajes sufren todavía las consecuencias de la riada y aún no tienen agua potable, hay riesgo de enfermedades, muchos niños no pueden volver a los colegios porque sus instalaciones han sido dañadas seriamente y todavía no son habitables y los políticos siguen empeñados en echarse la culpa los unos a los otros. Incluso, en algunos casos, se la echan a los vecinos y a los damnificados. Lo hizo una consejera, ya destituida, a las familias de las víctimas, con un "váyanse de aquí, no molesten" y lo ha hecho la ministra de Defensa, Margarita Robles, con mal tono y una notable falta de empatía, regañando a los vecinos que limpiaban su garaje y le reprochaban su falta de ayuda. Debería haber seguido el mismo camino que la consejera. Las declaraciones en el Senado del escritor Santiago Posteguillo denunciando la falta de ayuda en Paiporta tres días después de la tragedia, la llegada de los voluntarios a muchas zonas antes que el ejército o las fuerzas de seguridad, la presencia de cadáveres en las calles, sin que nadie los recogiera, la lentitud en la llegada de las ayudas a los que lo han perdido todo, la venta de préstamos o aplazamientos como ayudas a fondo perdido, el desorden y la incapacidad de la maquinaria pública para afrontar el desastre son incontestables. Y mientras unos siguen enzarzados en descubrir dónde estaba el presidente Mazón a esas horas, los otros se preguntan dónde estaba el presidente del Gobierno y todos los ministros implicados a esas mismas horas. Y la casa de todos sin barrer.
Padecemos una preocupante falta de higiene política que está poniendo en riesgo la convivencia y la democracia. En el caso de Valencia, pero no sólo allí, hay que levantar las alfombras y descubrir todo el lodo y el fango que hay debajo. Todas las alfombras sin excepción.
Pero también es imprescindible levantar las alfombras en otros lugares, Las del Gobierno, gravemente acusado por un presunto delincuente. El presidente ha respondido poniendo la mano en el fuego por su "actual" Gobierno. Pero es que los anteriores, donde se cometieron presuntamente graves delitos ahora denunciados públicamente por un asiduo con pase libre en de Ferraz y en los Ministerios, también eran "sus" Gobiernos. Levantemos las alfombras. Y está lo de su mujer. Y lo de su hermano. Hay que levantar también las alfombras de La Moncloa, donde tal vez no haya cadáveres, pero sí mucha basura.
Hay que levantar las alfombras del Congreso de los Diputados donde las leyes esconden debajo pactos que, a cambio de votos, otorgan privilegios a unos territorios y castigan a otros. Las de los medios públicos del Estado donde se multiplican y reparten cargos a cien mil euros al año por fidelidad política. Las de las empresas públicas como Correos donde se premia la incapacidad y se hunde el servicio. Hay que levantar todas la alfombras por higiene democrática. Y no basta que lo hagan los jueces cuando les llega o algunos medios periodísticos por propia iniciativa. Debería ser el Parlamento, encargado del control del Gobierno y no de ayudar a esconder la basura debajo de las alfombras. Debería ser la oposición, con un trabajo serio y riguroso, no basado en noticias de prensa sino en hechos y datos. En esta guerra sucia en la que algunos han convertido la política, hay que sustituir los insultos y los bulos por un trabajo serio de denuncia rigurosa y por un planteamiento claro de soluciones alternativas. Para limpiar las alfombras no basta con sacudirlas al aire. Hay que tratar las manchas, las polillas y los malos olores.