El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pareció dudar un segundo antes de responder "sí" a la pregunta de una periodista, que quería saber si el presidente del Gobierno puede garantizar que permanecerá en el cargo toda la Legislatura. Naturalmente, Sánchez, que se mostró bastante lacónico en sus respuestas a cuestiones 'comprometidas', sabe que hay muchos rumores, algunos claramente disparatados, acerca de un posible 'salto' suyo, a no muy largo plazo, a más altas instancias europeas. No quiso extenderse más sobre la cuestión el jefe del Ejecutivo, que comparecía ante los medios en la ya tradicional (y siempre triunfalista, no solo en el caso de Sánchez; sus antecesores pecaron de lo mismo) 'rendición de cuentas' al final del año político. Y por supuesto salió bastante indemne de otros asuntos que pudieran en principio parecer enojosos. A Pedro Sánchez rara vez se le puede pillar desprevenido con una curiosidad periodística.
Así que la única concesión de Sánchez a un titular exclusivamente informativo fue anunciarnos que este viernes conoceremos el nombre del sustituto de Nadia Calviño al frente de la cartera de Economía, y quizá, solo quizá, en la vicepresidencia primera del Gobierno (Sánchez habló de 'crisis de Gobierno', no de mera sustitución de un miembro del Ejecutivo por otro, así que a saber con qué piensa sorprendernos). Ni siquiera sugirió el nombre del nuevo/a superministro/a, así que a esperar.
El resto de su comparecencia fue una loa a las realizaciones de este Ejecutivo, un ligero varapalo a la oposición (no había tiempo para más), un pequeño coscorrón a ciertos medios de comunicación y un repaso al 'escudo social' aprobado en la crisis derivada de la guerra en Ucrania y ahora temporal (y felizmente) prorrogado en el Consejo de Ministros de este miércoles. Media docena de preguntas y de respuestas de tono evasivo no bastaron, obviamente, para resumir lo que han sido los últimos diez meses 'de infarto' en la turbulenta política española.
Reconozco que me hubiera gustado hacerle la siguiente pregunta (no tuve la oportunidad de formularla): "presidente, en poco más de una semana aquí ha pasado casi de todo. Su encuentro con Núñez Feijóo, del que aún no conocemos su valoración personal; el mensaje navideño del president de la Generalitat, en el que, aunque con cautela, él aseguraba que a finales de 2024 estará negociado con ustedes el tema del referéndum de autodeterminación; algunos mensajes llegados de Waterloo, que amenazan con que, o el Gobierno español cumple puntualmente con sus compromisos con Puigdemont, o Junts se aliará con el PP en una moción de censura en el plazo de un año; También están las crecientes diferencias internas en el Gabinete con Sumar, que afectan, como se vio con las reacciones al discurso de Felipe VI (y menudo discurso), incluso a la forma del Estado... Todo esto ha ocurrido en apenas semana y media; así que imagínese las cosas que van a suceder en la política española en doce meses, y no digamos ya en cuarenta y ocho. ¿Cree usted, presidente, que, con estos mimbres, puede usted garantizar una Legislatura que vaya a durar cuatro años?"
Aunque no pude formular la pregunta, la respuesta, claro, la conozco. La base de la duración de la Legislatura es negociar, negociar y negociar, me hubiese dicho. Acordar, acordar, acordar. Pero la verdad es que Sánchez se ha convertido, a este respecto, en el 'hombre del muro', más capaz de diálogo, y no siempre, con quienes son enemigos del Estado que con las otras fuerzas constitucionalistas. Visto lo visto, si yo fuese él, no me fiaría un pelo de sus actuales 'socios', gentes prepotentes, que aprovechan cualquier oportunidad para humillar al Estado y a sus representantes, comenzando, ya lo hemos visto en estos días tremendos, por el Rey.
Quizá algún día, quién sabe, tendré la ocasión de hacerle esta pregunta a Pedro Sánchez. Quizá, y esto es aún más raro, él tenga a bien contestarla antes de que sea demasiado tarde.