Entre Ollauri, bajo la supervisión de su socio Miguel Ángel 'El Rompecadenas', y Ojacastro acumula una docena de bicis de toda clase y condición. En su inventario figuran dos BH «con varillas de frenos», un par de Wilier Triestina, una pareja de Torrot, una Marotias, una Trek, en el garaje pespuntea una Peugeot y, en el trastero, se intuye una Conor... En un futuro, «próximo», le sumará «una Bianchi, una Colnago, una Coralin y, por supuesto, una Pinarello». El sueño de CarlosRuiz Marín (Bilbao, 1971), abogado mediático de larga trayectoria, es atesorar un ejemplar de cada una de las marcas icónicas del ciclismo.
De lunes a viernes ejerce la abogacía. El fin de semana lo dedica a cultivar su pasión por la bicicleta: «Llego a estar siete u ocho horas frente a la tele». Esta afición, omnímoda, tiene un toque enfermizo pues no le hace ascos «ni al ciclocross, ni a la ruta, sea masculina o femenina». «Me da igual. Veo prácticamente todo, sea una Challenge, un criterio, una clásica o una vuelta de tres semanas», añade. Es tal su pasión «que llego a cerrar antes el despacho para ver una buena etapa». En esta tesitura, a sus clientes les ofrece tres posibilidades: «Tomarse un café, seguir en la sala de espera o ver conmigo en la sala de juntas el final. Me gusta esa emoción del ciclismo y no quiero que luego los mensajes de WhatsApp me la revienten».
Se reconoce seguidor de Indurain «porque era demoledor» y se maravilla porque en esta época todos los ciclistas son buenos: «Van Aert, Van der Poel, Pogacar, Vingegaard...». Máquinas que rinden por igual en el ciclocrós, en las vueltas de tres semanas y en las carreras de un día. Son precisamente estas pruebas sus favoritas. «Me encantan las clásicas aunque es una pena que España no tenga esta tradición» aunque confía en que «Iván García Cortina», al que se le puede ver rodando por La Rioja («su pareja es de Autol»), y el joven «Oier Lazkano» nos den, en primavera, algún que otro domingo de gloria.
En su colección se intuye un sentido apego por lo vintage aunque también acumula bicicletas «clásicas, gravel, de carretera y montaña». Muchas llegaron a su casa «por subastas en internet» aunque es tal su bicimanía que si tiene que rescatar un velocípedo del contenedor «no lo dudo ni un segundo».
Su pasión ciclista, como espectador y como comprador, se complementa con su perfil cicloturista. Mañana, con el alta médica en el bolsillo, descolgará su burra y recuperará sensaciones«junto a mi peña Amigos del Cicloturismo». Cualquier época es buena para andar en bici aunque en su calendario personal tiene fijado la Tierra Estella «en abril» y la Marcha Rioja y Pedal «que en mayo hacen en Cenicero y que es una pasada». Cuando su salud lo permita, acometerá el infierno del norte, la clásica de las clásicas, la prueba ciclista por antonomasia: «La París-Roubaix».