Javier (nombre ficticio) no pueda estar más feliz. Así lo cuenta él, un niño de nueve años que vive en una familia de acogida en Uruñuela desde hace más de un lustro. Su único problema son las matemáticas -el pasado jueves se levantó bien temprano para hacer los deberes- y en esto debe aplicarse para lo que cuenta con la ayuda inestimable de su padre de acogida, Diego y su pareja, también varón.
Este relata su deseo de paternidad, un hecho biológico cuya condición sexual dificulta, por lo que se decidió por la adopción. Fue en su conversación con Cruz Roja, organización para la que trabaja como voluntario, cuando conoció el programa de acogimiento, que en aquel momento buscaba padres.
«Cuando llegó Javier tenía cuatro años -recién hechos-», puntualiza el niño, cuyo padre recuerda que desde el principio la experiencia ha sido muy «emocionante y positiva» para ellos y supone que para el pequeño también. «Sí», confirma el chaval, que cuenta que no recuerda su paso por hogares de acogida.
«Animo a acoger un niño, da muchas satisfacciones» - Foto: Ingrid/Óscar SolorzanoEn acogimiento permanente, mantiene visitas con su madre cada 15 días y, según relata Diego, tanto ella como su abuela han asistido este año a la Primera Comunión del pequeño, siguiendo los deseos del niño. «Todo va bien», explica el padre, que señala que el único problema detectado es cierto retraso a nivel escolar -que va superando-, un hecho que atribuye a la carencia de estimulación en los primeros años de su vida. No obstante, Javier no ha tenido ninguna dificultad con sus compañeros en la escuela.
Dice que está preparado si el niño un día debe volver con su madre porque, reflexiona, está poniendo todo su empeño en proporcionarle un hogar seguro y feliz para lo que cuenta, destaca, con el apoyo de su pareja, sus padres y hermanas. De hecho, el chaval esperaba expectante la llegada de su «prima» para compartir una tarde jugando a algo que no iba a ser fútbol, que dice que no es lo suyo. «Animo a todo el mundo a acoger un niño, te da mucha satisfacción, crece y se educa bien», destaca Diego, que apunta que el principal engorro es que al carecer de la tutela -que quiere 0 contar con el consentimiento de la Consejería para viajar al extranjero o ir de excursión.
Con muchas ganas. Isabel conoció la modalidad de acogimiento gracias a su trabajo, que le permite comprobar cómo los chavales, a pesar del esmerado cuidado en los pisos, carecen de referentes y de anclaje a un entorno que les permita evolucionar hacia la etapa adulta con confianza. Con estos presupuestos y la capacidad y ganas de asumir esta importante responsabilidad, junto a su pareja, optaron al acogimiento de un menor.
En su caso ha sido una niña que va a cumplir 10 años, lo que supone una ventaja para la convivencia con su propia hija, que tiene once y con quien, desde el primer momento, ha empatizado. «Hemos tenido mucha suerte porque se llevan bastante bien, juegan y se ríen mucho, aunque alguna vez se pican, como todos los hermanos», cuenta esta madre, que señala que le han escolarizado en el mismo colegio de su hija con éxito pues son «niños con muchas ganas de salir adelante».
La pequeña llegó a su casa en febrero e Isabel solo encuentra calificativos positivos para definir una experiencia que está siendo «bastante gratificante» para su familia y para la menor, que se encuentra «muy contenta». Al respecto, relata que la pequeña «lo cogió con muchas ganas desde el minuto uno»; es una «buena niña», que Isabel define como cariñosa, divertida, aunque un poco impulsiva.
En un principio, el acogimiento iba a ser temporal y así se lo hicieron saber a su hija, a la que explicaron que su nueva 'hermana' iba a estar en su entorno familiar durante un máximo de dos años hasta que su familia biológica recondujera su relación. «Pero cual fue nuestra sorpresa al conocer que los intentos de que la situación mejorase ya se habían intentado con resultado infructuosos, de tal manera que iba a convertir en una acogida permanente», recuerda Isabel. La pequeña tiene un hermano, lo que demoró la acogida, a la espera de que Servicios Sociales pudiera encontrar una única familia para los dos pequeños, una búsqueda que no fue satisfactoria. Por ello, residen con diferentes familias, que dedican su esfuerzo a que los hermanos mantengan el contacto. «Además, semanalmente tienen una visita con sus padres», cuenta Isabel, que apunta que las acogidas se sustentan en mantener la relación con la familia biológica.