Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


¿Doña Francisquita autonómica?

23/06/2024

Exquisito aroma se extendía atrayendo al libidinoso y peludo abejorro. El ruiseñor cantaba, insensible y despreocupado, ante la rosa. Ave de la suprema melodía, descubrió al grosero insecto zumbando en torno a los hermosos pétalos. Su indiferencia mutose y de la flor enamorose, cambiando su actitud. La canción del ruiseñor es una de las más célebres del catalán Amadeo Vives, ahora interpretada en el Teatro de la Zarzuela, realzando el Madrid romántico para crear una música que sirviera de contrapeso nacional, español, ante las óperas de origen foráneo. A partir de una de las mejores comedias de Lope de Vega, La discreta enamorada, se levanta esta obra y en ella emerge, modificada, la conocida romanza: «Por el humo se sabe dónde está el fuego», donde en el Fénix de las Letras leemos: «¡Oh celos!, con razón os han llamado mosquitos del amor, de amor desvelos. El humo de su fuego os ha engendrado.»
Ojalá esta idea del gran neoplatónico, Marsilio Ficino, tuviera en este caso algo que ver con nuestra situación política. Pues consideraba que los celos surgían del humo del amor que ardía en nuestra mente, en nuestros recuerdos. Ojalá hubiera un torcido amor por España en las provincias que disputan con las tierras catalanas privilegios administrativos o financieros. Pero más que de celos de amor, ahora se trata de celos egoístas o materialistas. Todos quieren más. No podría compararse entonces con los celos eróticos, sino los propios que vemos en la naturaleza bruta de nuestros niños pequeños. Si uno obtiene algo, «yo también». El sentimiento innato de justicia y pretensiones igualitarias en premios o dones a iguales actos se desplaza a un querer lo que el hermanito obtenga, sea lo que sea, lo merezca o no, y esto solo se corrige con la razón, cuando se desarrolla. Y es que a veces no se atreve uno a pedir algo hasta que no ve cómo alguien cercano lo pretende o lo ha conseguido.
Así pasa con la revuelta de las autonomías en la hispánica península. Y es que nuestro reino, que ahora celebra en el trono a Felipe VI, está constituido por privilegios históricos que no todos gozan. Léanse fueros aragoneses, Cataluña o Navarra (corona diferenciada y que deniega al que por su sangre hoy la detenta). Otros privilegios electorales hay en las comunidades pequeñas, donde un votante soriano vale como tres madrileños. «¡Un hombre, un voto!»: falso. Contradictorio es nuestro sistema normativo y estafados podemos sentirnos por tan imperfecta modalidad de democracia, aunque esto no solo suceda en España.
Pero, ¡qué mal se cura el amor con intenciones! ¡Acciones, hechos! La política, más que teoría es práctica y lo que real-mente importa es el bien común. Sin paz, no es posible lograrlo..., y habrá que buscar algún acuerdo que nos permita desarrollarnos armónica-mente a todos.