El periplo profesional de Pamela Hernández (Avilés, 1974) es de lo más curioso. Estudió en la UR y se licenció en la UNED en Derecho, carrera que acabó en 2017 tras compaginar su desempeño como visitadora médica y madre de dos criaturas. «Dejé un buen trabajo porque sentía la abogacía como algo vocacional», se entusiasma. Y dentro del amplísimo abanico de la oficio, decidió especializarse en el proceloso campo de la extranjería. Lo hace en una doble vertiente: «El despacho PH Abogados se encarga de tramitar las necesidades que tienen las empresas de trabajadores extranjeros cualificados y, al mismo tiempo, asesoramos a los inmigrantes que viven con nosotros y bien necesitan regularizar su situación o bien revocar una orden de expulsión».
Pamela se sentía llamada a esta especialidad «porque tanto mi familia materna como paterna emigró, unos a Argentina y otros a Estados Unidos, y yo heredé el nombre de una tía emigrante. Además, nací el 11 de enero, fecha en la que más adelante se aprobó la Ley de Extranjería (LOEX, 4/2000)». Sin embargo, su desembarco en materia legal fue mucho más prosaico. «Al poco de colegiarme, una amiga, ahora ya nacionalizada, me pidió ayuda para renovar su tarjeta y traer a su hijo de Colombia», rememora. Muchos casos después, casi todos resueltos de manera favorable para sus representados, muestra su satisfacción por el camino emprendido.
Aunque se denota un aumento de las conductas de desaprobación hacia los migrantes, esta abogada no lo percibe así: «Creo que son minoría los que son racistas. Tengo la sensación de que los riojanos saben que los extranjeros son necesarios y es en ellos en los que delegamos el cuidado de nuestros seres más queridos, sean niños o mayores».
Su tarea, como las órdenes de expulsiones, no conoce horarios: «Nuestro trabajo no acaba nunca. Agosto es hábil pero, fundamentalmente, para dar una buena noticia no debe haber horario. Hay días que me siento como un rey mago». ?