La política española se caracteriza porque los líderes de los principales partidos y sus dirigentes de segunda fila se dedican a repetir incansablemente las consignas de sus artilugios de comunicación, hasta que el motivo de la discusión sea reemplazado por otro que será sometido a los mismos criterios, de tal forma que antes de que cualquiera de ellos hable ya se sabe lo que va a decir. La segunda característica es la de la espera: siempre hay que esperar a que se traspase algún hito, en los últimos seis meses los cuatro procesos electorales que se han sucedido y que han dejado entre paréntesis la adopción de importantes decisiones, o las resoluciones judiciales.
El momento actual es el del enfrentamiento entre la máquina del fango y la ocultación de la situación judicial de Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, con las acusaciones del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, de que el jefe del Ejecutivo miente y ha mentido sobre la situación procesal de su mujer, y la defensa de Sánchez acusando al líder popular de tratar de ocultar los "pactos de la vergüenza" con Vox.
Feijóo no cesa de pedir explicaciones a Sánchez sobre su esposa, pero lo hace sobre unos indicios que están judicializados, sin ninguna nueva aportación, y, por tanto, todo queda a la espera de que un juez avance en una investigación en la que los indicios de criminalidad han sido rebatidos por la investigación de la Guardia Civil. Los tiempos de la justicia dan para que el asunto permanezca en las dependencias del juzgado todo el tiempo que su titular estime oportuno y su utilización política entre en un círculo vicioso.
Si los políticos se quejan de la desafección ciudadana hacia su labor para resolver ese problema solo tienen que detenerse a enjuiciar sus acciones en las que se observa que lejos de la preocupación por los problemas de la gente están más pendientes de sus resultados electorales. El PP tiene en la recámara llamar a la comisión de investigación del Senado sobre las mascarillas al presidente del Gobierno, pero que sea citado o no depende de sus intereses electorales de cara a las europeas del 9 de junio y sopesan el riesgo-beneficio de la iniciativa, si les resulta más rentable la fotografía del instante de su presencia o el temor a que siga el camino de otros comparecientes que han salido como entraron lo que ha convertido esa comisión, hasta ahora, en un fiasco.
La preocupación por el efecto que pudiera tener sobre los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo mueve a ternura dada la escasa atención que parecen dedicarle a este proceso electoral a pesar de que tanto el PSOE como el PP las plantean como un supuesto plebiscito sobre el líder del partido contrario, y de que su eficacia en la vida política que sucederá a continuación tendrá un efecto limitado a no ser que los resultados sean muy desequilibrados. Por si sirviera para algo, Feijóo ya no solo habla de que la corrupción cerca al entorno de Pedro Sánchez, sino que directamente la investigada por corrupción es La Moncloa. Otra pirueta. Otro salto mortal como el que infiere que un rescate multimillonario se resuelve en una serie de conversaciones sociales y de salón comedor.