"Tuve que operar a oscuras, solo con un frontal de luz"

David Hernando Rioja
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Las cirujanas del SERIS, Beatriz Romero y Emma González, destacan la importancia de la cooperación internacional porque «hay personas que no tienen acceso a la sanidad»

Beatriz romero opera junto a su compañero prácticamente a oscuras - Foto: Beatriz Romero

El acceso a la medicina y a la sanidad es un derecho y un privilegio que existe en muchos países, sobre todo los que están más desarrollados. Pero hay otras zonas del mundo en las que sus ciudadanos tienen una gran dificultad para poder acceder a ellas, ya sea por escasez de medios, de dinero o por las largas distancias.

Por eso hay profesionales médicos que acuden a países de África o Latinoamérica por medio de la cooperación para proporcionar esa atención médica. La Rioja cuenta con varias médicas que han formado parte de esto, entre las que se encuentran las cirujanas del Servicio Riojano de Salud (SERIS), y miembros del Colegio Oficial de Médicos de La Rioja, Beatriz Romero y Emma González. 

Romero cuenta que la primera vez que se planteó hacer un viaje de cooperación fue en 2008, cuando todavía estaba en la carrera medicina. «Fue a raíz de una beca de cooperación que daba la Universidad de Zaragoza cuando me fui una estancia a Guatemala. Fue todo un mundo diferente de cosas que aquí ni te planteas ni piensas. Por eso pensé que cuando acabara y supiera hacer algo que fuese útil, intentaría irme a algún sitio para cooperar», explica.

Esta cirujana cumplió esa promesa interna, ya que desde que terminó su residencia ha realizado dos viajes a Guatemala y otros dos a Camerún.

Se marchó un verano a Bolivia por medio de una cooperación americana. Indica que el problema de Latinoamérica es que «hay hospitales muy buenos que son las clínicas privadas, pero luego hay dos o tres hospitales públicos por país», señala.

Apunta que muchos cirujanos trabajan voluntariamente en la pública porque «sino hay personas que no tienen acceso a la sanidad. Luego también trabajan en la privada para tener su sueldo». 

Añade que a Camerún fue con una «pequeña» ONG que asiste en un simple centro médico ubicado en la zona norte de este país africano en la que «no hay nada». «Cuando vamos es más distinto de lo que uno se puede encontrar cuando viaja con las ONG más conocidas. El hospital más cercano está a siete horas en coche o a 14 horas en moto por caminos de tierra», señala.

Este centro, detalla, cuenta con una enfermera y un médico que pasan consulta de normal. Informa que las campañas de cooperación se hacen tres veces al año y duran al menos un mes, por lo que «si no vas a que te operen en ese periodo de tiempo, no hay nadie que te pueda ayudar en esas zonas».

Cuenta que uno de los principales problemas es que muchas veces no hay luz en una semana. El hospital, relata, ha conseguido un generador que «sirve para la ventilación de la sala del hospital y la esterilización del material». 

Romero recuerda que el primer año que fue a Camerún tuvo que operar varias veces a oscuras, solamente con un frontal de luz en la cabeza. «Cuando le pregunté a mi compañero que teníamos que hacer, me dijo que teníamos que coser con el hilo de toda la vida y con un frontal de luz aunque al final salió bien», relata.

Otra vez, rememora, tuvieron otro problema energético y se quedaron sin luz a mitad de la cirugía. Otras técnicas que le impactaron fueron las transfusiones sanguíneas que hacían en Camerún. «Se hacían de brazo a brazo de un familiar a otro. No me imaginaba que se podía hacer», reconoce.

Esta cirujana explica que cuando alguien va de cooperación debe ir con la mente abierta para «amoldarte a lo que hay allí». «Tu puedes ayudar en lo que funciona allí, es decir, no puedes ir pensando en cambiar las cosas porque sino desayudas», indica.

Recuerda una campaña europea que hubo en África en la que se gastaron muchos millones en vacunación infantil. El problema, apunta, fue que se perdió la mayoría de las vacunas porque «no había frigoríficos para guardarlas».

Operaciones. Como cirujana, Beatriz Romero ha hecho incontables operaciones en estos años en los que ha ido de cooperación a estos países. Recuerda que las intervenciones más comunes en Latinoamérica estaban relacionadas con patologías de vesícula biliar, ya que «tienen un montón de piedras en la vesícula debido a su alimentación, en concreto a la yuca».

Apunta que las operaciones en África son diferentes debido a que «es gente joven y con una esperanza de vida menor». Los pacientes, detalla, padecen  mucho bocio a nivel del tiroides y muchas hernias inguinales porque «son gente que trabaja el campo».

Añade que también hay patologías relacionadas con el bazo porque «muchos tienen malaria crónica». «Esto provoca que el bazo se haga más grande, empiece a robar sangre y les cree anemias crónicas», indica.

Otra doctora que ha participado en cooperaciones internacionales es la cirujana Emma González. Estuvo hace unas semanas en Guatemala con una ONG de Jaén, con la que ya ha colaborado en varias ocasiones. «Me comentaron hace dos años que necesitaban un cirujano vascular para unas  jornadas y ya es la quinta vez que he venido. Lo que hago en estos viajes es operar varices», explica.

Cuenta que van dos vez al año, una en el mes de marzo y otra en septiembre, durante un periodo de 15 días cada ocasión. «En marzo venimos un equipo de once personas compuesto por cirujanos vasculares, cirujanos generales, anestesistas y enfermeras. Y en septiembre venimos un equipo más grande de más de 50 personas porque se actúan en las ciudades de Patzun y Antigua», detalla.

Reveló que durante el mes de septiembre atendieron a alrededor de 600 pacientes. Señala que ellos operan a personas «sin recursos». La ONG, destaca, cuenta con varias trabajadoras sociales que recorren todo el país buscando a personas de extrema pobreza.

Desvela que los médicos que van allí «nos reímos mucho» por el instrumental que tienen para operar. «A veces no calculamos bien el material que tenemos que traer y estamos cosiendo con trozos pequeños de hilo. Esto lo piensas y en España sería impensable», reconoce González.

Asegura que es una experiencia que debería vivir todo el mundo porque «merece la pena y es súper enriquecedora». «Te das cuenta de lo privilegiados que somos por haber nacido en el lugar del mundo donde lo hemos hecho», concluye esta doctora.