«Miré en el mapa y La Rioja me pareció el mejor lugar»

Feli Agustín
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Héctor y Santa llegaron hace 19 meses con sus hijas porque situaciones extremas les obligaron a dejar Venezuela. Tras el permiso de trabajo, esperan el de asilo

Santa y Héctor, que llegaron junto a sus dos hijas hace algo más de año y medio y esperan construir en La Rioja su futuro. - Foto: El Día

«Investigamos mucho, queríamos un lugar tranquilo, buscamos referencias por internet y nos decidimos por La Rioja. Ha sido espectacular». Más reservado él, más extrovertida ella, Héctor y Santa salieron de Venezuela hace 19 meses escapando de la realidad de «dominio público» de un país que, según ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados, han abandonado 7,7 millones de personas. Algunas situaciones «extremas», que no desean recordar, les llevaron a dejar el estado bolivariano, junto a sus dos hijas, que ahora tienen 13 y 17 años, cuya adaptación ha constituido uno de los aspectos más complejos de la adecuación al nuevo hábitat.

«Ha sido la parte fuerte, la adaptación de ellas acá», relata Héctor, que reconoce que fue el aspecto académico la principal cortapisa. «La educación es más exigente aquí que allá», explica su madre, que relata que, tras los primeros escollos, las chicas caminan con seguridad entre cifras y letras. De hecho, la mayor, que cursa bachillerato, espera estudiar, presume, Económicas.

El año pasado 66.134 venezolanos solicitaron asilo en nuestro país -la nacionalidad mayoritaria-y Santa y Héctor coinciden con algunos de sus compatriotas en la Iglesia, con los que han logrado entablar amistad. Aunque señalan que durante su estancia en España ningún miembro de la familia ha sufrido rechazo o discriminación por su condición de inmigrante. Ahora bien, su madre reconoce que a una de las chicas le costó establecer conexiones sociales y eso que «allí todo es distinto; la calle es más peligrosa».

Trabajo y vivienda. Precisamente, hasta enero, los adultos de la familia no han logrado permiso de trabajo, que Santa «una excelente cocinera», relata Enrique Palacios, técnico de empleo de Rioja Acoge, ha aprovechado rápidamente y ya trabaja en Cocinados Daniel, aunque esa no era la ocupación que desempeñaba en su país, donde esta «mujer polifacética» era  profesora de costura.

«Estoy muy contenta» resalta Santa, mientras, Héctor, que trabajaba en el área de logística, realiza un curso de mozo de almacén para poder en breve lograr «una estabilidad» en este país. «Confío en que, con ello, nada me impida conseguir un empleo», anhela.

De esta manera, relatan, lograrían cumplir un requisito fundamental para poder acceder a una vivienda -ahora residen en un de los pisos de Rioja Acoge, junto al hermano de Santa y una sobrina, que llegaron con ellos-,  que constituye su principal objetivo. 

Porque el horizonte de esta familia, originaria de Ciudad Bolívar, es permanecer en La Rioja porque nada les ata a Venezuela y «nos encontramos muy bien aquí», coinciden ambos, que lamentan la dilatación que supone obtener la condición de asilado. 

¿Nuestras expectativas? Trabajar y evolucionar, como cualquier familia», afirma Héctor, que reconoce la ayuda, el apoyo y la asistencia, proporcionada tanto por Rioja Acoge como Cruz Roja.