Mucho amor, muchas ganas y libertad para hacer cosas osadas. Manu Ochoa (Logroño, 1967) no ve en la necesidad de etiquetar su producción cinematográfica (¿low cost?, ¿cine heroico?) y prefiere simplemente hablar de cine independiente. El Viento, la última criatura surgida de la inquieta mente de este logroñés criado en Ajamil de Cameros se cocina estos días en escenarios de Logroño, el valle del Jubera y un chalé de Nalda (al que corresponde la foto del rodaje) con la intención de que la cinta está lista para su estreno en mayo en los cines 7 Infantes.
Aquí no hay grandes medios técnicos ni económicos, ni coches explotando o efectos especiales de ese tenor, ni el corsé de una productora, pero sí entusiasmo y libertad de cambiar el guión sobre la marcha. Tampoco hay gabinete de comunicación ni filtro alguno para acceder al rodaje. Los periodistas llegan al chalé, en la urbanización Los Olivares, junto a la carretera de Soria, y suben directamente a la buhardilla, donde Cristina Ruiz y Roberto Ruiz, los protagonistas de El Viento interpretan el papel de una pareja llegada a un pueblo fantasmagórico en el que todo el mundo es inmortal y la única manera de abandonarlo y recuperar la mortalidad es asesinar a otro vecino.
«Hay gente que hacemos cosas osadas, con argumentos diferentes y actores diferentes, porque no dependemos de una productora», comenta Ochoa, que se inició como actor en Madrid, tras su paso por la Escuela de Interpretación de Cristina Rota y que en un momento dado decidió dar el paso a la dirección.
No quiere decir que haya renunciado totalmente a la faceta de autor, porque es frecuente su aparición en muchos de los 36 largometrajes que componen, hasta ahora, su prolífica producción. De hecho, en su penúltima película, A otra cosa mariposa (2024), en la que se reservó el papel de protagonista. En los elencos de Manu hay de todo, desde artistas ya consagrados en su cinematografía a otros más noveles, pero «todos con mucho talento». El ambiente de rodaje se asemeja más a un grupo de amigos entusiastas del cine que a una producción profesional. De las 36 cintas que ha rodado Ochoa desde que se estrenó como director en 2010 con Despedida de Soltero hay 24 títulos de ficción y el resto son documentales.
Eso sí, un género, este último, en el que el cineasta y guionista logroñés tampoco se sujeta a clichés. Él lo llama documentales- ficción, películas en las que aborda un tema desde el prisma del documental, pero en el que en cualquier momento aparecen los actores con una historia de ficción que hace menos plano el resultado final de la historia.
UN GRAFITI EN AJAMIL. Ocurre, por ejemplo, en Grafitis S.A., un documental en el que de súbito el director (que deja escapar sus dotes de artista gráfico) y los actores se ponen a pintar un grafiti que ha quedado para la posteridad en Ajamil, patria chica de Manu. O en 60 millones de años son na, donde el relato divulgador sobre los dinosaurios se entrevera con un salto en el tiempo para buscar huellas de humanos, en lugar de diplodocus, dentro de 30 millones de años.
«Mi cine es un poco especial, muy osado, pero de esta manera tengo mucha libertad creativa», resume Manu Ochoa, que lanza otra declaración de intenciones: «No quiero saber nada de subvenciones, mi experiencia con ellas ha sido muy chunga». A esa conclusión llegó tras solicitar en su día una ayuda para una producción que realizó en Barcelona y que resultó tan engorrosa la tramitación burocrática que decidió hacer cruz y raya y no volver a solicitarlas. Además de la ciudad condal, este singular cineasta logroñés ha rodado sobre todo en Madrid, pero también en Castellón, Santander y Extremadura. Sus últimas películas se ambientan en La Rioja, como El Viento, que, como siempre le ocurre, no será la última, aunque él diga que sí.