Ocho son las bodegas logroñesas que conforman la propuesta enoturística de la capital riojana. Se trata, por riguroso orden alfabético, de Bodegas Arizcuren, Campo Viejo, Franco-Españolas, Marqués de Murrieta, Marqués de Vargas, Olarra, Ontañón el Templo del Vino y Viña Ijalba. Las ocho forman parte de la asociación Bodegas de Logroño que colabora con la programación del Centro de la Cultura del Rioja.
Arizcuren se sitúa en el centro de la capital y se caracteriza por el carácter artesanal en la elaboración de sus caldos. Sus viñedos, familiares, se ubican en la Sierra de Yerga.
A solo cinco kilómetros de Logroño se localiza Campo Viejo, inaugurada en 2001 y que marida a la perfección enología, arquitectura y sostenibilidad. Sus 54 hectáreas miran al Ebro. Su sala de barricas (70.000) es todo un espectáculo.
Franco-Españolas bebe del Ebro y es la única bodega centenaria en el casco urbano logroñés (apenas diez minutos a pie separan esta histórica cava del Centro de la Cultura del Rioja). Desde 1890 es una referencia indiscutible de Rioja.
Marqués de Murrieta ha diseñado un ambicioso proyecto de enoturismo a la altura de la historia de una bodega que ha festejado sus 170 años en plenitud.
La historia de los vinos de Marqués de Vargas se remonta a 1840 aunque no será hasta 1989 cuando el undécimo Marqués de Vargas pusiera en pie una bodega que se inspira en los chateaux franceses.
La bodega Olarra es un espectáculo visual con 111 cúpulas que conforman su sala de barricas para una de las catedrales enológicas del Rioja.
La familia Pérez Cuevas, al frente de Ontañón el Templo del Vino, además de honrar al Rioja adoran el arte en todas sus manifestaciones: escultura, pintura y vidrieras.
Y por último Viña Ijalba, con su viñedo de variedades actuales y recuperadas, ha sido pionera en la elaboración de vinos ecológicos.