Nos acercamos a una primavera política de alquilar balcones para asistir a la cancelación de Pedro Sánchez. Sus costaleros se van a la guerra de las urnas y lo dejan solo con su enlatado discurso de la reconciliación que se basa en una amnistía cuestionada por la mayoría social, por los jueces y por una oposición que hará lo posible y lo imposible por frenarla.
Buena ocasión de callarse perdió el presidente cuando dijo que con la aprobación de la ley de amnistía en el Congreso empezaba realmente la legislatura y -¡toma sartenazo al bajo vientre de Feijóo¡-, al PP "se le va a hacer muy larga". Mira por dónde es a Sánchez al que se le va a hacer corta porque, sin Presupuestos Generales del Estado y con su pedestal de poder cuarteado por el golpe de los "comunes" al Govern de Aragonés (todo queda en la balcanizada familia del señor de la Moncloa), lo que le espera ya no es un vía crucis no compensable con un previsible triunfo de los socialistas catalanes en las elecciones del 12 de mayo.
Me parece que ha empezado la cuenta atrás hacia el fin del sanchismo en unas próximas elecciones generales, a la vista de lo ocurrido tras la patada al tablero de Aragonés. La premonición se apoya en la propia doctrina del actual presidente del Gobierno cuando, en marzo de 2018, ya en los estertores del mandato de Rajoy en la Moncloa, el entonces líder de la oposición escribió en una red social que si a Rajoy no le aprobaban los PGE no le quedaba otra que convocar elecciones.
Debería aplicarse el cuento, aunque solo fuera por coherencia. Más sólido es el mandato del artículo 134 de la Constitución Española, donde se habla de la obligación del Gobierno de presentar los PGE. Ese carácter imperativo -el texto constitución dice "deberá presentar"- no casa con los motivos de Sánchez (políticos, circunstanciales, oportunistas, de conveniencia) para justificar su "renuncia" a presentar el proyecto.
Hay otras razones que también alimentan la hipótesis de que vamos hacia una prematura disolución de la legislatura. La principal es que la ya balcanizada ecuación de poder constituida en pedestal de Sánchez va a saltar por los aires en los enfrentamientos electorales entre los nacionalistas vascos (PNV y Bildu, urnas del 21 de abril) y catalanes (ERC y JxCat, en las urnas del 12 de mayo).
Me gustaría saber cómo piensa convivir en el mismo Gobierno con una jefa de filas de su principal socio (Sumar) después de que Yolanda Díaz (a través de los "comunes") le haya hecho el salto en Cataluña ¿Sobrevivirá a las carreras de sacos entre sus respectivos aliados independentistas vascos y catalanes? Por no hablar de las disputas electorales de todos contra todos (urnas europeas del 9 de junio).
Tomen ustedes asiento porque se aproximan emociones fuertes en la vida pública de nuestro país.