Según el Plan Nacional de Resistencia a Antibióticos, se estima que el desarrollo de bacterias multirresistentes a los antibióticos constituye una de las amenazas más serias para la salud pública, ya que causan 33.000 muertes al año en Europa y generan un gasto sanitario adicional de unos 1.500 millones de euros.
Además, algunos estudios han planteado que las muertes relacionadas con la resistencia a los antibióticos podría situarse en torno a los 10 millones de personas para el año 2050.
Por todo esto, hay muchos centros de investigación que están intentando dar una solución a este problema. Uno de ello es el CIBIR, ya que uno de sus equipos del área de Microbiología molecular formado por cuatro investigadoras ha publicado un estudio en la revista Antibiotics sobre unas bacterias de alto riesgo epidémico internacionalmente reconocido, predominantemente asociado con entornos hospitalarios y que afecta especies a pacientes con fibrosis quística en todo el mundo.
La investigadora principal del área de Microbiología molecular del CIBIR, Yolanda Sáenz, explica que la línea de investigación se centra en la resistencia a antibióticos, pero desde dos frentes. El primero, indica, es una investigación «más básica» en la que se identifican los mecanismos por los que las bacterias se hacen resistentes a los antibióticos, que son técnicas de microbiología clásica, moleculares y de secuenciación masiva. «Con todas esas herramientas conocemos cuales son sus sistemas defensivos para luego buscar dianas sobre las que diseñar nuevos compuestos», detalla.
Añade que la segunda línea es la búsqueda de soluciones para erradicar o al menos controlar las bacterias que nos producen enfermedades, infecciones o contaminaciones alimentarias. «Lo que hacemos es testar antibióticos o nuevos compuestos de síntesis química o de extracciones naturales, o investigamos con plasma atmosférico frío. Tenemos una batería de aproximaciones con las que intentar controlar que no se vaya diseminando toda esta resistencia a antibióticos», asegura.
En este punto, Sáenz detalla que su estudio consiste en coger una selección de bacterias, tanto de clínica como de alimentos, animales y medio ambiente. «Comparamos todo su genoma, es decir, como está estructurada la bacteria genéticamente y como expresa esos genes. Con todo eso, comparamos con toda la base de datos que hay a nivel mundial y definimos una serie de genes específicos de esas bacterias», explica.
La idea, indica, es buscar la anulación de las funciones de esos genes y de esa forma, conseguir que la bacteria no exprese su resistencia, muera o sea más lenta de crecimiento. «Queremos aprovechar la debilidad de la bacteria para que no haya que dejar de tomar antibióticos. La bacteria es la resistente y como nosotros somos quienes tenemos una infección por una de estas bacterias, cualquier antibiótico que nos den no va a funcionar», informa.
infecciones. Yolanda Sáenz indica que la línea de investigación «más potente» está enfocada hacia la bacteria pseudomona aeruginosa, ya que «en el hospital produce infinidad de infecciones porque las personas están con las defensas bajas, tienes un catéter o llevan una sonda, por ejemplo».
Este tipo de bacteria tiene la característica de ser muy ubicua, es decir, se encuentran en cualquier sitio. Además, su capacidad de metabolizar compuestos es alta, ya que «puede vivir en fuel, plásticos, quedarse formando una especie de biopelicula, e incluso puede ser resistente a detergentes o diferentes antibióticos».
Por todo esto, afirma que el problema que esta bacteria genera en un hospital es «muy grande» porque «tienes que limpiar muy bien todo el material quirúrgico». Apunta que esto mismo ocurre en la industria alimentaria, ya que «esta bacteria se puede quedar en cualquier lugar de las cadenas de producción y de esa manera, contaminar el alimento que pasa por dichas cadenas».
«Estas bacterias pseudomonas aeruginosas producen infecciones muy importantes que pueden llegar a ser crónicas en pacientes con fibrosis quística. Uno de los retos es buscar una solución para estos pacientes», comenta.
Las sensaciones de las investigadoras son muy positivas. Explica que para que los resultados lleguen al mercado necesitas cultivo celular, en animales y luego estudios en personas. «Hemos conseguido que las bacterias que eran resistentes, sean sensibles yendo a la diana. Por eso, la esperanza de este proyecto es muy buena», concluye.